Es difícil hacer atractiva la historia, estrujarla para quedarse con lo imprescindible sin que pierda sentido sin faltar a los libros y legajos que la contienen y, triturada, servida con gusto y talento, hacer que llegue a tu casa en forma de serie. Es lo que hizo Isabel, es lo que ahora hace Carlos, Rey Emperador, que La 1 emite la noche del lunes.

Es una gran serie, así, sin paliativos. Tenía prejuicios con el joven que interpretaría a Carlos V, el nieto de los Reyes Católicos, pero Álvaro Cervantes está resultando no sólo revelador sino el actor perfecto para cometido tan principal. Tiene la mezcla justa de angelical apariencia en su mirada verdosa y de determinación política en la misma mirada, que se puede volver inquisitiva y rocosa en el mismo plano.

El reparto tiene un nivel testado en teatro, en otras series, en el cine. Nadie chirría. En España hay excelentes actores. Es verdad que Carlos, Rey Emperador deja ver, a veces en exceso, sus costuras. No es una producción a la altura de la ambición de la historia. Vamos, que se nota que falta dinero, mucho dinero. La ambientación hace lo que puede, y aunque el vestuario es una de las joyas de este producto porque hasta casa llega el mimo con que las agujas han cosido las ricas telas, la repetición de decorados, y los planos cortos para evitar grandes espacios, restan magnificencia y suntuosidad a la historia.

No hace falta que sea Juego de tronos, no hablo de eso, hablo de que el excelente equipo haría maravillas si contara con más dinero porque sin mucho ya las hace. Me fijo hoy en un miembro que apenas es conocido fuera de la profesión. Ya que he hablado del vestuario traigo aquí a su responsable, Pepe Reyes -La señora, Isabel- simbolizando al resto. Enhorabuena.