Plantar lechugas, preparar el terreno para la siembra, recolectar tomates o diseñar un espantapájaros. Todas estas actividades están incluidas en el proyecto del huerto escolar que se desarrolla desde el pasado curso en la Escuela de Magisterio. Detrás de esta iniciativa trabaja intensamente un grupo de docentes, dirigido por Diego Corrochano, y que completan Erika Morales, Alejandro Gómez, Gabriel Parra y Mercedes Rodríguez.

Son todos profesores de diferentes asignaturas -desde didáctica de matemáticas hasta ciencias naturales, sociales o historia de la educación-, puesto que se trata de un programa interdisciplinar. "El proyecto tiene dos vertientes. Una, la mejora de la formación del alumnado en base a contenidos propios de diferentes áreas. Otra es el desarrollo de las competencias profesionales de los alumnos, vinculado al programa de visitas escolares. Son ellos mismos los que las gestionan bajo nuestra supervisión", resume Parra.

Así, aun asignaturas tan a priori alejadas de los huertos se acoplan perfectamente al programa. Es el caso de las matemáticas. "Podemos trabajar aspectos como áreas, conteo, operaciones o geometría", pone como ejemplos la profesora Mercedes Rodríguez. Sus alumnos han ido diseñando de esta manera las áreas del huerto, su logotipo e incluso el espantapájaros. "Así se ve de una manera diferente el temario de esta asignatura, que incluye geometría, espacio, proporcionalidad o movimientos en el plano", añade. "Los alumnos están mucho más implicados y el aprendizaje es mucho más significativo", valora.

Por otra parte, en la asignatura de ciencias sociales se centran en la asociaciones de cultivo, el clima o los propios productos para plantar.

El director del proyecto añade que, además de las materias, se intenta que el huerto "sea lo más ecológico posible, organizando también talleres medioambientales o de reciclaje", enumera. Corrochano agradece la buena acogida que ha tenido esta idea. "Nosotros lo planteamos desde tres puntos de vista. Primero, que nos sirviera para realizar prácticas de las asignaturas, como una especie de laboratorio vivo y cultivable. En segundo lugar, que se convirtiera en un recurso que nuestros alumnos puedan utilizar en su futuro profesional, en los colegios donde ya tengan un huerto escolar, por lo que no serán reacios a utilizarlo y fomentarán ese medio. Y, en última instancia, queríamos que ayudara a las visitas de niños, para incrementar la interacción de los estudiantes de Magisterio con los escolares, más allá de las prácticas que realizan durante la carrera", argumenta.

El proyecto va más allá del huerto escolar, puesto que los colegios que visitan el Campus Viriato también descubren los secretos que esconde el Museo Pedagógico. "Mis alumnos disfrutan con la historia fuera del aula, apoyándose en el espacio ideal del museo, donde hay objetos que pueden ver y tocar", asegura Gabriel Parra, profesor de historia de la educación.

Este año se está consolidando el éxito de la primera edición y el proyecto se convierte en un lugar donde todos ganan, desde los alumnos de Magisterio, que aprenden de una manera diferente y original, hasta los pequeños visitantes, quienes disfrutan de la experiencia y cuyos maestros ya buscan repetir la práctica de cara a próximos cursos.