esde hace tiempo, y en la última semana más, me sorprendo con horror de las noticias que escucho y veo en los medios de comunicación sobre los abusos sexuales, acosos y conductas delictivas de niños menores 14 años, que han llegado incluso a asesinar a personas. Nuestra sociedad y su futuro, los niños, no funciona y creo que hay que tomar medidas urgentes para solucionar el tema, pues es un problema para las familias el tener que llevar a sus hijos a los centros escolares con inquietud y miedo. O sentirnos inseguros cuando vamos por la calle, en transportes públicos o ya incluso en nuestros domicilios. Hemos ido enseñando a nuestros jóvenes, que tienen derecho a muchas cosas, y por eso se creen impunes ante la justicia, pero no les hemos enseñado que también tienen obligaciones hacia la familia y la sociedad.

Ya por el año 350 A.C. Aristóteles expresó su famosa frase que decía "en el término medio está la virtud". El término medio es necesario para muchos aspectos de nuestra vida, hay que saber equilibrar la balanza de los sentimientos y de la razón, pero sin olvidar que en esta vida no todo es blanco o negro. Hay que enseñar a nuestros jóvenes a aprender a tomar sus propias decisiones y que eso siempre conlleva unas consecuencias y unos resultados. La expresión anterior describe a una persona equilibrada, que tomará el camino correcto en cada momento. Aunque el matar, acosar o violar no son actos donde se pueda aplicar la famosa frase, simplemente son buenos o malos.

Los padres tenemos nuestra culpa. Solemos dar a nuestros hijos todo aquello que nos piden, aunque no corresponda con su edad. Hemos pasado de darles juguetes, cuando son pequeños -menores de 5 años-, para incentivar su imaginación, creatividad e investigación, a darles móviles y tabletas, donde es verdad que desarrollan otras habilidades, pero pierden socialización. Están pendientes de lo tecnológico y no ven lo que pasa a su alrededor. No podemos esperar que cuando sean adolescentes cambien. Les compramos videojuegos violentos y de contenido no adecuado a su edad -alcohol, maltrato, sexo-, por lo que banalizan estos temas y reproducen conductas inadecuadas. A veces, no tenemos ni tiempo para dedicarles, refugiándose en su "grupo", y sienten la presión del mismo y sus líderes, cometiendo actos que de otra manera ni los pensarían. O aprenden conductas de nosotros mismos -usamos el móvil en la mesa; o cuando nos hablan lo estamos mirando-. También nos hemos olvidado de decirles "no". Nos hace sentir culpables, y claudicamos ante "es que todos lo tienen, lo hacen, van...", y no queremos que dejen de lado a nuestro niño querido. El educar y ser padres no es tarea fácil, y siempre hay que tener en cuenta que nosotros no somos su colega, sino su padre o madre; hay que ponerles límites, los cuales tienen que ir desapareciendo según veamos que van adquiriendo la responsabilidad necesaria para poder desempeñar las acciones o actos que van a realizar. Siempre va a ser nuestra niña o niño del alma, pero hay que educar con responsabilidad.

El problema que existe cuando se dice "no", es la frustración que surge en nuestro hijo. Esta frustración suele producir conflictividad, y ahí andamos con nuestras charlas y broncas. Por eso, lo importante de enseñar a nuestros hijos a autocontrolarse ante la frustración. Después tenemos jóvenes de "hermano mayor".

Las televisiones, con unos programas que "venden" valores banales, que a corto plazo son muy llamativos para ellos, o que son emitidos en horarios no adecuados, no ayudan a solucionar el problema. Aunque son denunciadas sistemáticamente por la OCTA (Observatorio de Contenidos Televisivos Audiovisuales), donde nos encontramos representadas las familias a través de CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Padres de Alumnos), nunca pasa nada, o si son penadas, lo son con pequeñas multas.

El Estado tiene la obligación de proteger a los menores, sí, pero a todos los menores y a la sociedad en su conjunto. Tendrá que adaptar la legislación a la sociedad y a los tiempos en que vivimos.

Sobre la educación, hemos pasado de tener currículos compensados entre ciencias y humanidades, a educar a nuestros hijos en competitividad, perdiéndose muchos valores por el camino. Ya la LOMCE en su preámbulo determina que "la educación es el motor que promueve el bienestar de un país. El nivel educativo de los ciudadanos determina su capacidad de competir con éxito en el ámbito del panorama internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro".

Tenemos un gran problema como sociedad y no podemos dejarlo a un lado, pues cada día ocurren nuevos hechos por desgracia. Aunque ya sé la respuesta de nuestros políticos: "No se puede legislar en caliente".