icen que el resumen de una vida, nuestra vida, es lo bueno y malo que adquirimos a lo largo del camino. A estas alturas de "mi película", me pregunto si adquirí todo lo que encontré, si encontré todo lo que adquirí o si lo que me conforma hoy, es el alma impuesta de algún profesor tan loable en bondad como en devoción. Supongo que, como dijo aquel, mordemos más de lo que podemos masticar, y en lo que a mí respecta, quisiera haber masticado más.

He de reconocer que la motivación radica en los sentimientos. Uno no recuerda detalles del qué, pero sí del cómo. Aquella mujer que apenas sostenía una brizna de aire, y que con gran entusiasmo llenaba toda el aula. Sus palabras profundas revelaban a menudo deseo por transmitir emociones que ahuyentaban miedos de infancia. Miedos por otra parte infundados, pues la mejor de las épocas, sin dudarlo, fue aquella en la que descubrir el mundo a través de sus entrañables ojos hizo que amara las ganas de aprender que ella misma con ansia sembró en mi interior.

Una mezcla de días interminables, llenos de matices que impulsaban mis ganas de aprender a vivir cuando apenas podía presagiar lo cruel e injusta que puede llegar a ser la existencia. Ese período en el que iluminaba mi alma hacia un futuro mejor y hacía creer que más allá de esa puerta verde el mundo ponía a mis pies toda una alfombra de oportunidades. Esa forma de soñar intensa, ingenua y hasta atrevida no era más que el reflejo del amor de aquella profesora, madre y amiga que despertó en mí deseo por luchar y creer que absolutamente todo es posible si está dentro de ti.

Porque sí, somos lo que estudiamos. Y estudiamos libros, conceptos, materias? pero también sentimientos, ilusiones y caminos para llegar a ser... lo que aprendimos a sentir.