Desde un punto de vista objetivo los hábitos alimentarios intervienen en el desarrollo físico y mental adecuado de los niños así como en la energía de la que disponen para realizar las actividades cotidianas. La interpretación que realizan los padres sobre cómo comen o la cantidad de alimentos que toman sus hijos entra más en el terreno de lo interpretativo y subjetivo que en un problema real de nutrición defectuosa de sus hijos.

Según explica a José Ignacio Baile, psicólogo especialista en trastornos de la alimentación y coautor, junto a la psicóloga María J. González de 'El niño que no come o come mal. Mucho más que un cuento' (Colección Psicocuentos, Pirámide 2015), además de características más objetivas como el percentil de crecimiento existen otras que indican un buen estado de salud como si el niño está activo, feliz, a pesar de ser delgado entra dentro de los percentiles de altura normales, su piel y pelo están bien, no se resfría más que los demás, etc., existen múltiples variables que indican que todo va bien y los padres pueden darse un respiro y esperar.

La mayoría de padres que dicen que sus hijos no comen reciben del médico y del psicólogo los parámetros que les indican que todo va bien pero aunque sean normales muchos padres tienen miedo de que algo no vaya bien y temen que sus hijos no coman lo suficiente.

"Es una interpretación, luego es un aspecto psicológico, y ligado a los hábitos alimentarios no adecuados habituales en muchas familias, así como la interpretación de qué es adecuado, o no, en alimentación infantil. En la mayoría de los casos es un problema de cómo los padres se relacionan con sus hijos y cuál es la relación de éstos con la comida", comenta Baile.

Los cambios sociales unidos a una tasa más baja de natalidad y a una crianza que tiende más a la sobreprotección se trasladan al ámbito de la alimentación. Las prisas, la falta de tiempo con los niños y unos hábitos alimentarios que a veces se integran en el comedor escolar o con suerte en casa de los abuelos llevan a que los padres no sepan muy bien en realidad qué alimentos y en qué cantidad comen sus hijos.

"No existe una cultura nutricional entre la población española y por ser padre, automáticamente, no se adquieren conocimientos de nutrición. Tenemos que dar la importancia que tiene a los hábitos alimentarios ya que no es solo nutrirse sino que tiene un sentido psicológico y social, no se debe comer ni cualquier cosa ni de cualquier manera, tenemos que ser más conscientes y prestar más atención para un correcto comportamiento alimentario", señala el autor.

José Ignacio Baile extrae para Infosalus algunos de los aspectos que se sugieren a los padres en el apartado de guía de su título ´El niño que no come o come mal´ en el que, además de un cuento de Aurora Gavino titulado ´Yaco, el caballo salvaje´, se incluyen algunas recetas del chef Rafael Conde Melgar que pueden resultar más atractivas para los pequeños de la casa.

1. No obsesionarse con lo que debe comer el niño: es el principio básico para dar el justo papel a la alimentación porque sino se entra en un proceso de obsesión y se genera más ansiedad, lo cual no ayuda.

2. Confiar en los referentes médicos: tienen la experiencia y los conocimientos suficientes para hacer el diagnóstico más acertado aunque también existen padres que después de acudir al profesional continúan con la preocupación o ésta aumenta.

3. Aplicar dos reglas fundamentales: son los padres los que deciden qué tipo de alimentos toma el niño (equilibrados y en proporciones adecuadas a la edad) pero es el niño el que decide cuánto come de cada cosa. El niño no decide lo que come sino cuánto come.

4. Normalizar la alimentación: hay que evitar el conflicto, regular la hora a la que se come, sin distracciones como televisión o juguetes, sentados de forma correcta y sin discutir. No se debe perseguir al niño después para que tome un bocado más.

5. Dedicar tiempo a la planificación de las comidas: esto supone saber qué vamos a preparar y tener los ingredientes a nuestro alcance sino, terminaremos por ofrecer lo que tenemos más a mano, que no siempre es la opción más saludable y nutritiva.

6. Comer en familia: un reciente estudio apunta que las adolescentes que comen junto a sus familiares y no en soledad tienen un menor riesgo de desarrollar trastornos de la alimentación. La comida en común propicia el autocontrol del niño y que el resto de miembros de la familia observen y gestionen conductas extrañas con la comida.

7. No utilizar la alimentación para objetivos concretos: la correcta nutrición tiene como objetivo la salud global, sin embargo hay personas que desvirtúan la alimentación considerándola exclusivamente un medio para conseguir un objetivo físico como no engordar o estar más musculados. Esto se debe a una falta de educación nutricional que explica también por qué se ponen en marcha dietas milagro con un efecto rebote posterior.