Una espléndida tarde propició que la plaza de Santa María La Nueva, y las calles aledañas, congregaran a cientos de personas antes a la bendición de las palmas que precede al desfile de la Real Cofradía de Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén.

La agrupación coral Camerata Primo Tempo ya estaba en sus gradas, los músicos de la banda del cornetas y tambores del Santísimo Cristo del Perdón en un lateral del templo románico, la cruz guía y pendones preparados, cuando se abrió la puerta del Museo de Semana Santa. El presidente pidió a los hermanos que se cubrieran y, segundos después, la Borriquita avanzó al son de la Marcha Real hacia el exterior. Cuando el conjunto de Florentino Trapero estuvo fuera, la coral entonó una de las cuatro piezas del maestro de capilla de la Catedral de Zamora, Juan García de Salazar, recuperadas para el acto.

La composición «Caelestis urbs Ierusalem» enlazó con el inicio de la bendición de palmas realizada por el capellán, Jesús Campos, quien con el hisopo lanzó agua bendita sobre los ramos de laurel y las palmas. Tras leer un fragmento del Evangelio de San Mateo, relativo a la entrada de Jesús en Jerusalen, dijo parafraseando a Francisco, «la humildad y la ternura son virtudes de los fuertes». «Hoy es tarde de alboroto porque Jesús llega para salvarnos y en el horizonte está la cruz», enfatizó el presbítero que pidió: «Recordad en vuestras vidas a los miles de niños marcados por las enfermedades raras y por dolencias físicas, psíquicas y morales». Mientras pronunció estas palabras en la plaza se mezclaban un sonido lejano de las esquilas de barandales, de otra banda y las voces del coro. Además, cuando la bendición ya había tocado a su fin irrumpió en la plaza de Santa María La Nueva el obispo de Zamora, Gregorio Martínez, acompañado por varios sacerdotes, quien saludó a numerosos niños.

Los compases marcados por los integrantes de la numerosa banda del Perdón hicieron que el paso emprendiera la marcha hacia las calles de la ciudad, donde aguardaban miles y miles de personas la procesión, integrada por la banda de cornetas y tambores Ciudad de Zamora, el barandales así como cientos y cientos de niños, acompañados de padres, abuelos o tíos, que al llegar a la altura de la Plaza Mayor ya llevaban a más de uno de los menores en brazos.