La talla del imaginero zamorano Ramón Álvarez salía a las calles de Fuentes de Ropel, engalanada con su capa de paño damasquinado rojo y bordado con hilos de oro. La Virgen de la Cantimbriana lucía reluciente con los rayos de sol del mediodía de ayer en un periplo romero hasta la explanada de la ribera junto al río Cea, en las inmediaciones de su desembocadura con el río Esla. Una tradición que los romeros de Fuentes de Ropel posiblemente vengan haciendo desde mediados del siglo XIX para venerar a Nuestra Señora la Virgen de la Cantimbriana, cuya evocadora advocación probablemente se deba a los antiguos pobladores cántabros en estas tierras de la mansión romana de Brigecio.

Sobre una carreta engalanada de sabor y olor romero, la Virgen iba arropada por el calor de los niños, de los vecinos, de jinetes en sus caballos, de un pueblo que venera a su Señora con devoción. Desde la iglesia parroquial de San Pedro a su paso por las inmediaciones de las ruinas de una antigua iglesia dedicada a Santa María de Arbás enfilando el camino al plantío y sobrepasando el viejo puente medieval, la cita estaba en la pradera, en el plantío donde se celebró una misa de campaña, no sin antes el coro parroquial entonar el himno de la Señora, de su querida Virgen de la Cantimbriana. Los romeros disfrutaron de una comida en la pradera, a la sombra de los árboles para participar en la tarde de juegos y bailes antes de enfilar el regreso a casa, a la iglesia de Fuentes de Ropel donde reside la Cantimbriana.

En la jornada anterior, la asociación iniciativas ropelanas organizaba un variado abanico de juegos, sillas, bolos, corrida de carretones y las actuaciones de bailes de sevillanas y la noche de verbena.