Se inculca de abuelos a padres y de padres a hijos. La devoción por la Virgen del Yermo es una de las señas de identidad de la mayoría de las familias más arraigadas en el barrio de San Lázaro. Cada año, tras la romería de La Concha, los vecinos de este barrio esperan para compartir este recorrido, presentado este año por un cartel elaborado por el artista Alfonso Bartolomé, también residente en la zona.

Por segundo año consecutivo, la Banda del Santísimo Cristo del Perdón puso el ritmo al desfile con trompetas, tambores, tubas y trombones. Junto con los vecinos, también acompañaron a la virgen los niños y niñas que este año han tomado la Primera Comunión en el barrio, un desfile al que se unieron jóvenes de otras parroquias, como la vecina de San José Obrero, invitados por los catequistas de San Lázaro para abrir así esta celebración a otros vecinos de la capital.

En compañía

El recorrido elegido este año, de los seis posibles con los que cuenta la cofradía, arrancó de la plaza de san Lázaro por la calle santa Águeda, plaza del Mayo, calle del Sol, Valorio, Nuestra Señora del Tránsito, calle santa Susana y calle y plaza de la Luna, hasta Obispo Nieto. De esta manera, cada año la imagen pasa por diferentes calles y junto a distintas viviendas de fieles que quieren con esta cercanía aproximarse un poco más a la patrona del barrio, una talla anónima reformada por Ramón Álvarez que este año no llevó la corona floral que fue recuperada el pasado año por la agrupación belenística La Morana.

Precisamente al final de la calle Obispo Nieto, pocos metros antes de volver al templo de partida, se vivió uno de los momentos con más arraigo en esta procesión, el de la subasta de las andas. Antiguamente, se vaticinaba que las mozas casaderas del barrio que portaran la imagen hasta entrar en la iglesia tendrían marido al año siguiente. La tradición ha evolucionado y ahora son grupos de vecinos, pero sobre todo de vecinas, por aquellos de continuar con la costumbre, los que pujan por tener el honor de cargar en sus hombros a la virgen. El mejor postor es quien tiene el privilegio de protagonizar el final del recorrido, con la entrada en la iglesia de San Lázaro.

Tras la procesión, como cada año, tocaba reponer fuerzas y los vecinos pudieron disfrutar, cuchara en mano -único requisito para participar- de otra de las tradiciones más arraigadas de este barrio en fiestas, la de degustar en compañía de familiares y amigos un buen arroz con leche, preparado y repartido por los miembros de la asociación de vecinos en su local, que preparan litros y litros de este postre para todo el barrio. Un dulce final de fiesta tras recorrer las calles con su imagen más querida.