Salía la imagen del Crucificado a la calle, la imagen del Santísimo Bendito Cristo de la Vera Cruz, y algunos ojos se humedecían como queriendo prolongar los dorados rayos del sol en el atardecer de ayer sábado en Santa Cristina de la Polvorosa. Con idéntico ritual a como se viene realizando desde hace siglos, el Cristo de la Vera Cruz representado en una escultura de autor anónimo del siglo XIX se alzaba en el cielo de Santa Cristina para enfilar un recorrido callejero arropado por los numerosos devotos de la antigua cofradía dirigida en esta ocasión por el abad Orlando Toro Rodríguez a quien acompañaron alcalde y miembros de la Corporación municipal y todos los vecinos.

El pórtico del templo parecía ensancharse ante los devotos para abrir paso a la venerada talla que por unos momentos reunía todas las miradas, algunas de ellas humedecidas. De testigo, la esbelta torre octogonal y las palomas revoloteando en cortos vuelos. La comitiva ya estaba en marcha dejando tras de si una estela de aromas impregnados de la devoción de todo un pueblo.

El desfile se hacía interminable ante la constante parada de la carroza con la imagen del Bendito Cristo para ser porteada por un nuevo grupo de devotos, así sucesivamente hasta regresar al templo. Y aquí, a su llegada, el Cristo bailó con la maestría que saben hacer los cargadores de las andas. Con armonía, con devoción, recibiendo la bendición del pueblo.

Previamente a la comitiva procesional, en la última jornada de novenas el grupo de jóvenes entonaba las loas a su Cristo Bendito en un desfile por el pasillo central de la iglesia abierto por el ramo con las roscas portado por el joven Pedro Toro acompañado de Omar Sotillo y en la mañana se había celebrado la misa solemne.

Al finalizar los actos, el abad de la antigua cofradía del Santísimo Bendito Cristo de la Vera Cruz agasajaba a los vecinos con los tradicionales dulces y refrescos.