Pianista de Trío Arbós, Juan Carlos Carbayo habla de esta formación de cámara que obtuvo en noviembre el Premio Nacional de Música y que comparte con el violinista Miguel Borrego y el violonchelista José Miguel Gómez. El próximo sábado (23.00 horas) tocan «Cuarteto para el final del tiempo» en San Cipriano.

-¿Qué es Trío Arbós?

-Trío Arbós es una formación que se funda hace 18 años y desde entonces han sido muchos conciertos, discos y países: un trabajo muy sostenido.

-Un pianista, un violinista y un violonchelista, ¿por qué esta relación de instrumentos?

-Porque en la música de cámara con piano la formación histórica es este trío desde la época de Haydn y después Mozart o Beethoven. Después del cuarteto de cuerda es para la formación que más se ha escrito.

-Elegís el nombre de Enrique Fernández Arbós, ¿quién fue este director?

-Fernández Arbós fue una gran figura para la música española. Se le conoció por su labor como fundador y director de la Orquesta Arbós, la que hoy es la Orquesta Sinfónica del Teatro Real. Previamente, él había sido un violinista con una trayectoria espectacular para la España de la época. Estudió con los más importantes violinistas de la época y se fue a Bruselas para continuar con los grandes pedagogos. También fue concertino de grandes orquestas como la de Berlín, Nueva York, Cleveland o Londres. Tocó mucha música de cámara junto con Albéniz en el primitivo «trío Arbós» y al volver a España, dejó de tocar el violín para fundar una orquesta muy necesaria para nuestro país. Abordó el repertorio tradicional y las obras maestras del siglo XX las estrenó él en España, además de estimular la creación de obras entre los compositores de casa.

-Preséntenos a los integrantes de su grupo.

-Somos tres músicos de raza que no quieren dejar de tocar, nos jubilaremos interpretando. Miguel Borrego, el violinista, es concertino de la orquesta de Radio Televisión además de su trabajo en el trío. Muchos lo conocerán porque sale en la televisión a las ocho de la mañana los sábados (ríe)? Y José Miguel Gómez, violonchelista, es profesor del Conservatorio como yo, que soy el pianista.

-El Ministerio de Cultura reconoció de ustedes «la excelencia» en la interpretación, ¿cómo se consigue ese nivel?

-No parando de tocar. Hay que tener unos criterios de excelencia de los que intentas no apartarte. La formación tiene antecedentes muy ilustres dentro de la música clásica. Tomando ese modelo, hemos trabajado siempre en cada concierto y ensayo como si partiéramos de cero, revisando las coordenadas básicas de nuestros criterios. Y sobre todo, manteniéndonos con una estabilidad a lo largo de los años, quizá lo más complicado.

-Ha hablado de compositores de hace tiempo, pero ustedes han grabado obras nuevas, ¿verdad

-Así es. Es una de las premisas que siempre tuvimos: desempolvar muchas obras del repertorio español e iberoamericano que estaban olvidadas. Después, estimular la creación de obras nuevas en contacto con compositores españoles que han escrito desde la cercanía para nosotros.

-¿En qué lugar han encontrado su sonido?

-Para un pianista es complicado porque debes tener una sala con una buena acústica, pero también un buen instrumento. Recuerdo un concierto espectacular en Viena o en Finlandia en salas increíbles, espacios donde el espectador es exigente, te impone y el hecho de que reaccione de manera positiva es emocionante.

-Habla constantemente de estabilidad, ¿resulta tan difícil lograrla?

-Es complicado. Una formación de cámara es como un matrimonio, necesitas a personas afines con parámetros y criterios similares. También hay un factor psicológico crucial: que las personas que están ahí sepan trabajar juntas. Si la cosa marcha? es estupendo.

-¿A quien van dirigidos sus discos?

-No buscamos un objetivo de público porque nuestro trabajo no es comercial. O música de compositores actuales o repertorios de creadores de la época de la República o exiliados. Incluso repertorio tradicional. El público es minoritario. Nosotros tratamos de dejar un legado para que la gente pueda escuchar estas piezas cuando quiera.

-¿Conocen el Pórtico de Zamora?

-No, porque está más inclinado a la música antigua, pero tenemos muchas ganas de tocar después de Jordi Savall.

-Vienen a interpretar una obra que da para un guión cinematográfico?

-El origen es muy peculiar. Se compone en un campo de prisioneros en Silesia. Messiaen era un gran ornitólogo, buscaba cantos de pájaros cuando lo detienen y lo llevan a Silesia donde se encuentra con otros músicos franceses. Los alemanes, que tienen esa extraña sensibilidad para la música, los dejaron ensayar y allí compusieron «Cuarteto para el final del tiempo».

-¿Cómo sonará esta pieza en un templo románico del siglo XII?

-Fantástica. Es una obra contemplativa de un católico practicante. Cada secuencia narra episodios del apocalipsis. Se refiere al final del tiempo como tal, del paso a una nueva era trascendente o espiritual, incluso el fin del tiempo musical.

-¿Qué lugar ocupa hoy por hoy la música clásica?

-Está algo oculta en el mundo actual igual que otras artes. Son «productos» o necesidades de expresión que son minoritarias. Esto no quiere decir que sean prescindibles. Necesitamos que el alma se nos inunde de belleza y de arte. Si está presente o no nos preocupa poco. Esto corresponde a los programadores y ahí tenemos que darle las gracias a gente como Alberto Martín, que se encargan de mantener festivales como el Pórtico de Zamora.