Mo Farah, un atleta británico nacido hace 29 años en Somalia, instauró una nueva dinastía en el fondo mundial arrebatando el cetro olímpico de los 10.000 al etíope Kenenisa Bekele, que aspiraba a ser el primero en ganar tres títulos consecutivos y no ha podido, siquiera, subir al podio de los Juegos. En la carrera estrella de la velocidad femenina, los 100 metros lisos, venció la jamaicana Shelley Fraser-Pryce.

Un atleta blanco, el estadounidense Galen Rupp, contribuyó también, con su medalla de plata, a escenificar el relevo en la prueba más larga sobre la pista, de forma que la familia Bekele hubo de contentarse con el bronce de Kenenisa.

Era la estrella emergente del fondo mundial (campeón del mundo de 5.000 y subcampeón de 10.000) y soñaba con coronarse ante sus paisanos de adopción, aprovechando la baja forma de Bekele. Desde hoy Farah es ya el número uno mundial, y ahora le queda rematar con una nueva medalla de oro en 5.000.

Un rosario de lesiones en los últimos años apartaron a Bekele de la primera línea de fuego, aunque este año llegaba tercero en el ránking mundial con 27:02.59, pero su último 500, que le hacía imbatible en sus buenos tiempos, pertenece ya al pasado.

Greg Rutherford dio la sorpresa en una final de longitud muy abierta y, en plena fiesta del abarrotado estadio Olímpico londinense, le dio a Gran Bretaña su primer oro en esta prueba desde Tokio'64.

68 años habían pasado desde que Lynn Davies venció en la capital japonesa en la prueba de longitud, que en esta ocasión había quedado huérfana de grandes figuras, sobre todo tras la eliminación del defensor del título, el panameño Irving Saladino, y que estaba reservada para los atletas americanos desde que Carl Lewis consiguió la primera de sus cuatro coronas en Los Ángeles'84.

Rutherford accedió a la final con una marca de 8,08 metros y tuvo un inicio de la lucha por las medallas desalentador, con tan solo 6,28, pero al segundo intento se puso en cabeza con 8,21 y en el cuarto añadió diez centímetros a su marca (8,31).

Nadie pudo alcanzar dicho registro, el más bajo para ganar un oro desde los 8,24 del estadounidense Randy Williams en Múnich'72, y se coronó en medio de un ambiente increíble de la afición, que acababa de celebrar también el título en heptatlón de Jessica Ennis.