Los años paren arrugas, pero no arañan la rebeldía. José Domínguez sigue siendo como fue. Por dentro y por fuera. Mañana quiere volver a demostrarlo en Zamora, en el festival flamenco que despertará sueños nostálgicos a la Catedral. Habla con letras (cosas del correo electrónico), pero su decir sigue inalterable: cristalino, sin puertas. La luna nueva de junio siempre le ha sido propicia. Y azulada.

-¿Qué traerá a Zamora el día 28 (mañana), víspera de San Pedro: la magia empapada en nostalgia de "Luz de Luna", la herida sin cerrar de "La lluvia" de Borges o "la libertad, esa que nunca encontramos" del fandango, pero que siempre buscamos, aunque haya que llevar en la boca el carné de oveja negra?

-Les voy a llevar todo eso, porque son clásicos de mi repertorio, y algunos cantes del último disco "Pastor de nubes".

-Amasado y adulterado, como usted ha dicho alguna vez, ¿el flamenco tiene aún capacidad de ser guía, claridad, camino?

-Si su intérprete es consecuente y tiene cosas que decir, alguien puede que recoja el mensaje y le sirva de guía.

-El cante grande tiene en sus genes lo popular, lo de abajo, la creación en soledad ¿pero no se ha roto un poco esa línea de autenticidad y se dice lo que el público quiere oír?

-¿Y qué será lo que quiere oír el público? Nunca me lo pregunté porque lo mío es cantar lo que siento y no lo que otros esperan que diga y por eso no puedo ser del gusto de todos, pero creo que la autenticidad reside precisamente en eso: ser fiel a uno mismo o el "ay", puede que suene, pero la queja está ausente de contenido.

-¿Lo jondo es republicano o monárquico?

-La hondura, a los cantes, se la da el cantaor como el arao se la da a la tierra. El cante no discrimina por las ideas pero sí por la intención y la verdad del que lo echa por la boca.

-¿Y España?

A ver si dejan que el pueblo se manifieste en un referéndum y ya se verá. Yo soy republicano y no de ahora, desde siempre.

-Cuarenta años en el escenario dan para mucho. Para ver, por ejemplo, como el cante ha pasado de las tabernas a los grandes escenarios, a teatros y fortalezas de la cultura oficial. ¿La crisis significa un retroceso en este avance?

-El flamenco, como todas las artes, hoy depende casi enteramente de las instituciones públicas y no es la crisis la culpable de la situación de agonía en que se encuentra, aunque influya. La culpa de que el arte jondo esté agonizante, por ejemplo, en Andalucía, en sus pueblos, que es donde están sus raíces, la tienen aquellos políticos que manejan el dinero público destinado al flamenco. Mucho flamenco pagado por la Junta de Andalucía en el extranjero y las migajas, las sobras, para los festivales de los pueblos y para las peñas que son quienes están manteniendo en pie el flamenco más auténtico.

-Empresarios y contratantes lo dicen: los artistas tienen que bajarse el caché porque corren tiempos difíciles, ¿es justo que sea así cuando en los tiempos de bonanza no había reparto de beneficios?

-Si el 80% de los fondos públicos van a parar a festivales internacionales, grandes eventos donde siempre están los mismos, giras en el extranjero, etcétera, y solo dejan a las peñas y a la red de festivales de los pueblos una miseria de subvención, no hay más remedio que rebajar el caché. Los que podemos producir nuestros conciertos tenemos una vía de seguir cantando sin depender de las administraciones pero hay otros artistas, grandes, que no tienen más remedio, si quieren seguir en activo, que rebajar hasta extremos casi indignos su caché. Hay dinero para el flamenco pero está muy mal repartido. Lo mismo sucede con los asalariados en general.

-Hijo de cantaora, que yo la he escuchado, y padre de cantante de rock y poeta, ¿el arte se lleva en vena, se hereda?

-Creo que los genes tienen mucho que ver en todo esto y luego está la sensibilidad de cada cual y también la cultura musical a la que haya tenido acceso. Mi hijo podría cantar flamenco, le gusta y toca la guitarra bastante bien pero lo suyo es componer y va por el lado del rock "de autor", dicen, porque es una mezcla entre rock y canción de autor lo que hace.

-Cabrero y de izquierdas. En otro tiempo los propietarios, aunque fueran muy pequeños, eran de derechas. Lo de las cabras, al menos ahora, ¿no será la mejor excusa para hablar con la soledad, el retiro de un Ovidio moderno que necesita estar solo para llorar lo que pasa en el mundo?

-Bueno, yo no he sido nunca propietario, que no sea de una piara -ahora solo de una tropa - de cabras. Pastan en los terrenos públicos o donde me dejan sus dueños. Además tener cabras hoy es malvivir porque no hay cabrero pequeño o mediano que saque un jornal decente de las cabras. Yo las tengo porque me gustan y porque en el campo encuentro esa paz que necesito y además me sigo sintiendo útil, no un parásito, cuando no estoy de gira.

-Las cabras tienen mala fama, de ser poco selectivas, de comer lo que pillan.

-Son muy selectivas en la comida y muy delicadas. Si tuvieran espacio, el viento se encargaría de su propio careo porque "más que seguir al pastor, ellas persiguen al viento".

-La ganadería vive subvencionada por la PAC. Los partidos políticos, los sindicatos, todos subsisten gracias al apoyo oficial. El espíritu protesta de la transición se ha adocenado, ¿qué necesita este país pare revivir?

-Este país necesita que los ciudadanos sean conscientes de la fuerza que tienen unidos y que no se callen, que exijan sus derechos, que no se dejen pisotear por el poder brutal. Yo sigo cantando casi, casi las mismas letras que cantaba en la transición y siguen valiendo porque la injusticia, social y de todo tipo, nunca ha cesado. Y la transición, que yo sepa, nunca se acabó.

-El tiempo, poco a poco, está llevando al Olimpo a los flamencos de siempre, ¿hay relevo generacional?

-Yo creo que hay buenos cantaores jóvenes, esperemos que cuaje la espiga para ver el trigo que dan.

-Los nuevos cantaores han perdido pellizco, la técnica parece haber matado la espontaneidad, ¿dónde ha ido a parar el tono, el compás, ese que el artista de verdad lleva pegado a los nudillos?

-Yo no escucho mucho a los nuevos cantaores, a menos que coincida con ellos en los festivales. Cada cantaor echa por la boca lo que es y según lo que tenga en sus adentros, así transmite. La técnica es precisa y se adquiere con el paso del tiempo pero es solo la herramienta para lo esencial, que es el sentimiento.

-Cuando empezó en la Cuadra de Sevilla, ¿alguna vez se le pasó por la imaginación que un día llevaría su nombre una barriada como ocurre en Marinaleda?

-Marinaleda sigue siendo un ejemplo entre los pueblo. Yo la conocí sin agua potable, cada cuatro casas un pozo y ahora es un vergel. En todos los aspectos. Y no me gustan los homenajes ni medallas pero eso de que una barriada lleve mi nombre, en Marinaleda, me llena de orgullo.

-¿Qué recuerdos tiene de la Zamora flamenca, de la ciudad que duerme junto al Duero y que se despierta en San Pedro arrullada por una soleá?

-Que en Zamora hay afición al arte jondo desde hace muchos años, cuando yo empezaba ya se hablaba en Andalucía de la peña de Zamora. Yo tengo muy buen recuerdo de las veces que estuve, especialmente del último festival de San Pedro al que me invitaron y vuelvo con las mismas ganas del primer día.

-¿Qué futuro le ve a los festivales en medio de esta crisis que nos mata? La fórmula clásica de "al cante ... y al baile?" parece debilitarse cuando los más clásicos mezclan jondo con flamenquito, el derecho con la pura modernidad.

-Concibo el flamenco como una música que no necesita añadidos para ser grande y los festivales a los que suelo ir se basan en la fórmula de toda la vida: flamenco por derecho y le aseguro que tienen éxito. Otra cosa es que tengan que competir con lo comercial y lo impuesto por quienes manejan la cultura.

-De usted se han dicho muchas cosas, ¿qué es lo más ajustado a la verdad de su sentir?

-Que soy poco religioso, que soy desobediente y que no me gusta que me duerman con cuentos.