Cuando sor María Jesús de Ágreda entraba en éxtasis, se sentaba ante el pupitre de su celda y escribía al dictado divino. Fue así como redactó su gran obra, "Mística ciudad de Dios". La Historia ha estado trufada de religiosos que han recibido un mensaje del más allá. La más célebre, quizá, volvió a nacer el pasado año en la conmemoración del quinto centenario de su alumbramiento: Teresa de Ávila. De todos esos personajes fascinantes, hubo uno que, en lugar de encadenar letras sobre el papel con ayuda del cálamo, rellenó pentagramas musicales. Y así se puede decir que su sinfonía la hubiera escrito el propio Dios.

Es la historia de santa Hildegarda de Bingen, fascinante personaje cuyo legado "resucitará" el próximo viernes en el ciclo Domo Musical en la voz de la cantante María Jonas. Desconocida por muchos, la personalidad y logros de la abadesa alemana es tal que su caso es, como apunta el historiador de origen zamorano Josemi Lorenzo, un "unicum" de nuestra especie. Mística, filósofa, teóloga, naturalista y compositora? Y además autora de uno de los repertorios musicales más extensos de la Edad Media.

La abadesa Hildegarda vivió prácticamente todo el siglo XII, tiempos de absentismo eclesiástico, dejación de funciones en el clero y emergencia de un monacato que reclamaba una dedicación exclusiva, en cuerpo y alma, a Dios. También era una época de negación a las mujeres que santa Hildegarda supo derrotar, marcando un antes y un después, no solo como compositora de música, sino también como personaje religioso y predicadora, una facultad expresamente prohibida al sexo femenino.

La categoría de la monja benedictina en su momento viene avalada por sus amistades. "Leer la agenda de Hildegarda es como leer un libro de historia europea del siglo XII. Entre sus contactos figuran cuatro papas, una docena de obispos y arzobispos, dos emperadores, algún monarca y, por supuesto, VIPs de las diversas jerarquías monásticas", define Josemi Lorenzo, quien ha dedicado uno de sus libros a la abadesa. Mantuvo igualmente relación con algunos de los personajes más fascinantes del momento, como la reina Leonor de Aquitania.

Al dictado de Dios

La partitura que se escuchaba en los monasterios era el canto gregoriano. En los pueblos, la tradición oral perpetuaba los cantos populares. Pero lo de Hildegard von Bingen era otra cosa: dictada por Dios, la música más grande creada hasta el momento tenía que respirar misticismo y convertirse en un verdadero vehículo para ascender a los cielos. No en vano, Hildegarda reconoció experimentar visiones desde joven. De hecho, cuando superaba los cuarenta años, se dice que la monja recibió una instrucción directa de Dios, en la que le instaba a "escribir todo cuanto viera y oyera".

Y lo que vio y escuchó la santa a lo largo de su vida quedó reflejado en tres grandes manuscritos. Uno de ellos, Ordo Virtutum, se convirtió en el primer ejemplo de drama litúrgico. Algunos de sus trabajos fueron iluminados con escenas y personajes que respondían a su estética. Historiadores como Lorenzo dicen que esa estética fue diametralmente opuesta a la de otro de los grandes personajes de la época, el cisterciense Bernardo. Cuenta el experto de origen zamorano que "el odio a los cátaros", los "herejes" que emergían en aquel momento, fue lo único que unía ambas personalidades.

No hay registro sonoro de la interpretación de aquellas músicas, más que los privilegiados muros de iglesias y monasterios que escucharon las notas escritas por la santa. Al paso del tiempo, las máquinas contemporáneas de grabación han hecho horas extra para divulgar en todo el planeta la sabiduría de Hildegarda. De todos, el grupo creado por Benjamin Bagby y Barbara Thornton en 1977 bajo el nombre de "Sequentia" dedicó buena parte de su producción discográfica a perpetuar el pentagrama de la santa germana. Uno de esos discos, "Music for Paradise", refleja uno de aquellos viajes que la abadesa realizó al otro mundo para traerse algunas de las notas más bellas jamás imaginadas.

Josemi Lorenzo habla de arte "manchado de pasión, expresividad, de apelación a la sensualidad" y de una música "exuberante, apasionada y sensorial". Pero sí hay un término capaz de encerrar todo eso la palabra misticismo. Basta con escuchar algunas de sus producciones.

Lo más sorprendente es que el libreto de santa Hildegarda no solo no ha pasado de moda, sino que ha seducido a los gurús de la música "techno" y New Age, quienes han experimentado atrevidas fusiones para ocupar espacios musicales inhabitados. Con discutible fortuna, claro está. Pero un hecho actual refleja su vigencia. El compositor Mark Isham inspiró en una de las canciones de Hildegarda el tema central de la banda sonora de la película "Crash", la cinta americana que se coronó en los Oscar de hace una década. El "choque" que produce esa música resurgirá el viernes en algún lugar de la Catedral de Zamora.