Albert Recasens necesitaría varias vidas para poder llevar a cabo todos los proyectos que bullen en su cabeza. El director de La Grande Chapelle se conforma con que la labor de arqueología musical que lleva a cabo desde 2005 sea reconocida en el futuro. De momento, quince discos en una década y la capacidad de haber descubierto y recreado música de muchos siglos parecen anticipar una recompensa que ya disfruta junto a sus músicos. El sábado (Catedral de Zamora, 22.00 horas) dirigirá un oficio de difuntos ante la imagen del Yacente.

-Cuéntenos en qué contexto nació La Grande Chapelle.

-Bélgica es un país de enorme tradición en la mal llamada música antigua. Tras licenciarme y doctorarme allí, me rondaban por la cabeza una serie de proyectos que se concretaron en 2005, cuando fundé junto a mi padre, Ángel Recasens, La Grande Chapelle. La idea consistía en investigar y descubrir el patrimonio español inédito y poco divulgado , a través de una metodología rigurosa acudiendo a todas las fuentes de documentación. El conjunto arrancó en España con pocos conciertos, pero siempre incidiendo en un repertorio policoral, a varias voces. Durante estos años, hemos hecho un esfuerzo por dar a conocer ese compendio de música, religiosa principalmente, de la que tenemos una tradición importante en los siglos XVII y XVIII.

-¿La idea inicial se fue materializando a lo largo de los años tal y como usted esperaba?

-Tengo que decir con mucho orgullo que hemos ido cumpliendo los objetivos y nuestra política artística. En la cronología nos pilló de lleno la crisis que empezó en 2008 y cualquier grupo habría tenido que cambiar de rumbo, pero nosotros hemos mantenido el timón. La Grande Chapelle continúa con su meta de descubrir el patrimonio español -así ha sido en los 15 discos publicados- siempre con música inédita y proyectos a medida, de encargo. Lo que sí ha cambiado es la cronología de los conciertos, de Felipe II a un arco temporal más amplio, desde finales de la Edad Media a las puertas del romanticismo.

-¿Cuál de esos proyectos marcó un punto de inflexión en la carrera de La Grande Chapelle?

-Responder es muy complicado. Detrás de todos nuestros discos hay una metodología compleja, un minucioso trabajo de investigación y además debemos buscar los músicos que se adecuen e incluso la financiación para sacarlos adelante. Todos son hijos nuestros y a todos los queremos. Pero si yo tuviera que citar un proyecto en el que me he dejado el alma, hablaría de 2012, cuando interpretamos la famosa Fiesta de Pascua en la plaza Navona. Fue una iniciativa muy ambiciosa en la que recuperamos la gran celebración española que se hacía en este espacio italiano con un alarde de virtuosismo y medios. Como resultado grabamos un disco que tuvo numerosos premios, como el Gramophone británico. También se me viene a la mente el último proyecto, dedicado a Juan Hidalgo, el músico más importante de la corte de Felipe IV.

-Es decir, que le ha interesado poco la música que otros habían grabado ya?

-Digamos que soy alérgico a los repertorios trillados. Mi misión es justamente abrir con una cuña la música más desconocida. Creemos que el público está sediento de estos repertorios, como lo demuestran las colas del Festival Pórtico de Zamora. En el caso de Hidalgo, un personaje que aparecía ya en multitud de documentos, no había un solo disco monográfico. Es como si todo el mundo hablara de Zurbarán y no hubiera un solo catálogo que recogiera sus pinturas.

-Una de sus debilidades es la escenificación en los conciertos, ¿por qué es tan importante para usted?

-Hay toda una polémica en el mundo académico. Construir fielmente la música de antes es muy complicado. Acudimos a los ceremoniales, las fuentes o la iconografía para rescatar una música que no se entendería si no la contextualizas. Escuchar un disco con varias piezas nos da un producto hermoso, pero aséptico. Si hacemos el esfuerzo de recrear con la liturgia, la coreografía e incluso los elementos de la fiesta del Domingo de Ramos, como llevamos a cabo en San Cipriano, el público, aún no teniendo una cultura de estas ceremonias, puede acercarse al espíritu de la época. Esto no significa que la reconstrucción sea exacta, dicho sea de paso.

-En Zamora van a reconstruir una misa de difuntos en la Catedral, ¿cómo eran estos antiguos oficios?

-El programa fue un encargo de Alberto Martín para reproducir una misa de difuntos tal y como podría haber sonado en la Catedral en época de García Salazar, el último tercio del siglo XVII. Tenemos mucha documentación histórica de cómo se hacían los funerales y también de cuáles eran los repertorios, con el propio Salazar, Francisco Guerrero o Alonso de Tejeda. Así es como celebraremos una misa de difuntos con las diferentes partes y las absoluciones, los responsorios, que se cantaban con el cuerpo presente.

-¿Qué significa poder cantar ante una imagen de tanta devoción entre los zamoranos como Jesús Yacente?

-Cuando surgió la oportunidad, me pareció estremecedor. Cantar ante una imagen de tanta devoción y además en la Catedral, con una acústica generosa, que puede dar un efecto único a un repertorio del Renacimiento. El resultado nos llevará a todos a otro momento de la historia de Zamora. Habrá un miserere ante la imagen, uno de los momentos con más electricidad emocional.

-¿Cómo es la formación que actuará en Zamora?

-Es una formación austera, compuesta por cinco cantantes. Ajustada en todo caso a la documentación histórica, sin instrumentos, como se hacía en los funerales.

-La finalidad del ciclo Domo Musical es la narración de la historia de la Seo a través de la música, ¿qué le parece?

-Estoy identificado con la idea hasta tal punto que procuro evitar conciertos de repertorios históricos o religiosos en un auditorio. La música, como cualquier manifestación espiritual, nos acerca a estos espacios religiosos.