Si la música litúrgica es la expresión de la palabra de Dios -según la definición de Juan Carlos Asensio, director de Schola Antiqua- solo cabe concluir que la palabra divina es bella. La prueba es el rotundo silencio del público apenas interrumpido por el sonido de algún díscolo teléfono móvil a lo largo de una intensísima hora en que los "monjes" de la Escolanía de la Abadía de Santa Cruz del Valle de los Caídos trasladaron la Catedral a la época natural del gregoriano.

Una de las actuaciones más importantes del ciclo Domo Musical merecía el espacio más sagrado del Templo Mayor. Por eso, la Catedral del Salvador prestó a los doce integrantes de Schola Antiqua la capilla mayor. Con tales palabras lo resumió Alberto Martín en nombre del Cabildo, organizador de la entrega.

Por más que los cantores apretaran el botón de la máquina del tiempo, los muchos aficionados que ayer llenaron las sillas colocadas en el entorno del presbiterio hallaron una capilla "muy diferente". Muy lejana estéticamente a la original románica, relató Alberto Martín, edificada en el siglo XII en tres ábsides. "La imagen del Salvador en el centro (advocación actual) junto a la Virgen María en la capilla norte y san Nicolás al sur". Una estructura iconográficamente ocupada hoy con la Virgen de la Majestad (o de la Calva) y el Santo Cristo de la Cruz de Carne, ambos iluminados por cuatro velas.

Apuntes históricos para acomodar al público en el espacio que, de forma inminente, iban a ocupar los cantores. Con una sorpresa inicial, mayúscula. Los doce miembros de Schola iniciaron su peregrinaje musical en el Trascoro, cruzaron el interior del coro y aparecieron en el altar. La sonoridad de la Catedral permitió paladear, desde el inicio del concierto, los acordes de una letanía no escrita, improvisada, dedicada a la Virgen, canto que culminó en la capilla mayor.

Una vez allí, el conjunto acomodó sus partituras para llevar a los congregados a los siglos XIV y XV para reconstruir la misa votiva en honor de san Ildefonso, cuya imagen disfrutó de una localidad de privilegio en el altar junto al otro patrón, San Atilano.

Desde allí fluyó la eucaristía escrita en el misal de la Biblioteca Lázaro Galdiano a través de distintas piezas a una y dos voces. El director, Juan Carlos Asensio, ejerció el papel de subdiácono acompañando con su afinada voz al resto del coro y a los compañeros que ejercieron el papel de sacerdote o celebrante y de diácono.

Un viaje en el tiempo de más de una hora que transcurrió en unos solos minutos. La maestría del conjunto conectó con un público mudo, que apenas si se atrevió a aplaudir al final del programa, tras escuchar piezas como "O Felix Zamora", para premiar la excelencia en la interpretación.

El aplauso rompió el hilo mágico en el que se mantuvo el concierto. Entonces, Asensio presentó el regalo final que incluía la actuación: un canon a tres voces registrado en un libro de misas de 1602 dedicado a san Ildefonso. Con "Ildefonso, recibe esta casulla" se despidió Schola Antiqua dejando un halo de admiración entre el público, que ya espera la próxima entrega de Domo Musical con la fina sintonía de los cantores de la Abadía de Santa Cruz del Valle de los Caídos en la mente.