He de reconocer que el himno merengón del Partido Popular tiene su rollito. Es escuchar esas primeras notas "juanluisguerristas" y me vengo arriba. Parecido a lo que le ocurrió a Moragas el día de su presentación y que estuvo a punto de dejarnos uno de los mejores momentos de la historia de la democracia. Cuando esa música comienza a sonar, mi cadera empieza a contonearse y mi cabeza solo puede pensar en enganchar a Dionisio García Carnero para que me enseñe unas piezas. Él, como buen conocedor de la cultura latinoamericana, seguro que tiene algún truco para que nos podamos marcar una bachatita de competición.

El otro día paseaba yo por Santa Clara y ese sonido invadió mis oídos. A la altura de Hacienda, la plana mayor del Partido Popular repartía mecheros al son de esta oda a Celia Cruz y a uno le daban ganas de dejar el helado de La Valenciana y comenzar con las piruetas. Lamentablemente, nadie estaba bailando. Ni si quiera Dionisio.

Avancé unos metros sumido en la más profunda desolación (mental, porque mi cadera seguía juguetona) y de repente el merengue comenzó a mezclarse con los clásicos del rocanrol internacional. Salía de otra mesa, la de Unidos Podemos. Yo, que siempre amé Bon Jovi por encima de todas las cosas, me volví nuevamente arriba. Pero allí tampoco bailaba nadie. Entiendo que Braulio Llamero sea más de Silvio Rodríguez. E incluso de Cepa y Sarmientos. Pero Fernando Martos sí que podría haber meneado su melena con el solo de guitarra.

Lo que sí hacían tanto uno como el otro partido era ponerle decibelios a la tarde zamorana. Muchos. Tantos, que resultaba incluso molesto pasear por este tramo de Santa Clara, convertido en una improvisada "rave" electoral en la que parecía tener razón quien más elevado tuviera el altavoz. Pero en la música no es mejor el que más grita, sino el que hace bailar a la gente. Por eso yo les pido a los candidatos que no griten. Que no descalifiquen. Que no jueguen en el barro. Que, sea con bachatas o con rocanrol, dejen de subir el volumen y saquen a Zamora a bailar. Que la saquen de una vez por todas.