Toro viste de azul. Es el color que Aqva ha puesto de moda. Los visitantes aguardan una Colegiata con el tradicional color dorado que le confiere la vetusta piedra? y se encuentran con "un azul que no se esperan". Lo reconoce y lo asume Juan José Fernández, uno de los dos arquitectos que han generado esas olas celestes por las que el espectador navega en los espacios de la iglesia mayor esperando que las aguas del Mar Rojo vuelvan a abrirse para recibir el impacto de alguna de esas joyas de arte legadas por Juan de Juni, Pedro Berruguete, Lorenzo de Ávila o Esteban de Rueda. Toro viste de azul y la reina Sofía no quiso ser menos en la pasarela de Aqva, donde vistió una elegante chaqueta de azul intenso con el que solo alcanzó a competir el pañuelo, vestido y zapatos de la presidenta de las Cortes, Silvia Clemente.

Auténtica experta en arte, seguro que la reina no solo se dejó seducir por la indiscutible calidad de las obras, sino también por ese azul intenso que oculta los muros de la Colegiata y el Santo Sepulcro. Incluso desde la primera sala, donde el Pórtico de la Gloria no admite competidores. Allí es donde Enrique Seco San Esteban mostró su pintura a la reina madre, un óleo de los de antes que inmortaliza la Catedral, el Duero y al barquero de Olivares. "Es una pintura con una técnica que desapareció como desaparece la niebla cuando llega el sol", admite el artista zamorano con melancolía. Pero a San Esteban no todo lo que es moderno le desagrada. Le gusta el azul. "Es una exposición celebrada en la Tierra, pero que pertenece al cielo". También azul, por cierto.

El comisario Rivera de las Heras ejerció de capitán del barco que hizo la primera travesía por el mar de Aqva. Entre el oleaje, el cultivado delegado de Patrimonio inició a la reina en los secretos que el agua supone para la Iglesia, que son muchos más de los que la gente corriente imagina. En el segundo capítulo, el que habla del Antiguo Testamento, la tripulación se encontró con otro zamorano. Fernando Lozano Bordell, guardián de un pecio llamado "Vegetación", contó a doña Sofía que "allá donde el agua llega, todo reverdece" y "cuando no, todo se convierte en un secarral". "¡Cuánto trabajo ha debido de llevarle!", aseveró la reina. "No crea, en dos tardes lo he solucionado", reaccionó irónico Bordell. "Parece que el comentario le hizo gracia", reconocía el pintor más tarde.

El viaje discurría por el altar mayor y la sacristía, el nuevo hogar de Juan el Bautista. Y fuera aguardaba no un Juan, sino un Javier. La reina le dijo a Carpintero que su creación "Penitencia V" era "muy contemporánea". El pintor le respondió que sus montajes también son "clásicos". Trozos de pintura barroca, fragmentada y desordenada entre los que se cuela el azul Aqva, un detalle que no pasó de largo al autor.

A la vuelta de la esquina, esperaba el atril del obispo Gregorio Martínez. El prelado encabezó la comitiva para ocupar el micrófono en un escenario de lujo, entre la visión del bautismo de Alberto de la Torre Cavero y una generosa escultura anónima en madera que retrata a Juan bautizando a un sumiso Jesús. "¿Qué tal, don Gregorio?", preguntó al mitrado una periodista. "Bien", reaccionó con calma el obispo, mientras repasaba serio su discurso, ya escrito, para pronunciarlo más tarde con prudencia, ante la atenta mirada de la reina.

Antes de descubrir el Calvario de Pinilla de Toro, uno de los tesoros sumergidos de Aqva, aguardaba Antonio Martín Alén para explicar la "Aparición a los discípulos en el mar de Galilea". La obra "está en un sitio estupendo, al lado del Cristo del Amparo. Le dije a José Ángel si se lo podía cambiar, pero parece que no está por la labor", bromeaba el también presidente de la Hermandad de Penitencia.

Superada la alta mar en la Colegiata, el barco de Rivera y doña Sofía tenía que surcar las aguas que separan la iglesia mayor del templo de los caballeros del Santo Sepulcro. En el camino, más que olas, lo que había era una marea humana, teléfono móvil en mano, para retratar a la reina. Y las típicas porfías entre los pacientes toresanos y las fuerzas del orden por colocarse en el mejor sitio, "¡que llevamos una hora esperando!".

La cálida mañana -el sol hizo acto de presencia para recibir a la reina- la multitud coreó el nombre de Sofía, a quien le dedicó unos cuantos vivas. Ordenadamente, los toresanos, haciendo cinco, seis y siete filas para ver el cortejo, aguardaron el momento cumbre del día. Y los periodistas, un escuadrón a las órdenes de la Casa Real, corrieron por la calle Mayor para dejar el paso franco. "¡Quitaos de en medio!", gritaba el público a los informadores, ante quienes no estaban dispuestos a perdonar su foto de la reina madre.

El último puerto en el que recalaba el barco de Rivera, impulsado por la marea toresana, era el Santo Sepulcro. Antes de recibir la bendición del Jesús Resucitado de Antonio Tomé, el escultor Ricardo Flecha aguardaba, feliz, la visita. Doña Sofía "me preguntó cuánto había tardado en hacer la obra, le dije que unos meses y le sorprendió que se pudiera hacer una escultura así del tronco de un árbol".

Seguro que a la reina le llamó tanto la atención el San Julián Hospitalario de Flecha como lo hará al resto de los visitantes. "Es un santo que pertenece a la leyenda zamorana, fundador de San Pedro de la Nave. Un leproso quiso montar en barca para cruzar el río y no le dejaron. Esta imagen representa el momento en que San Julián lo sube a cuestas y lo ayuda". A Ricardo Flecha la arquitectura de Aqva le parece "fabulosa". "Tiene suficiente luz y ese azul arropa las esculturas maravillosamente", reconoció otro adepto al azul Aqva.

En la portada del Santo Sepulcro, bajo la Cruz de Jerusalén de su fachada, aguardaban cientos de toresanos para vivir la despedida. La reina había saludado a muchos y sonreído a otros más. Pero nadie como Feli López vivió el último paseo toresano de doña Sofía. Esta toresana, "nerviosa" por tener que irse a trabajar, fue una de las escogidas para estrechar la mano de la reina emérita. "Es muy simpática, la veo guapísima y siempre me ha gustado", reconocía Feli. La vecina dejó seducirse por los elegantes modales de la madre de Felipe VI. Y, quién sabe, seguro que también por el color azul de su chaqueta. Que para eso el azul es el color de Aqva, el que este año se lleva en Toro.