Si hubiera que hacer historia, habría que volver la vista muchos siglos atrás para descubrir a Toro como epicentro de arte sacro, a los tiempos en que el taller de escultura toresana con maestros como Sebastián Ducete y Esteban Rueda formaron la escuela cuyos frutos pueden admirarse en Las Edades del Hombre que se inaugura hoy.

Los escultores toresanos llegan acompañados de una retahíla de nombres que han convertido a España en cuna de grandes artistas. El Aqva que da nombre a la XXI edición de Las Edades del Hombre bautiza lo que hasta ahora era un deseo compartido por todos los toresanos, por toda la provincia de Zamora, y lo hace con un montaje sorprendente, donde las nuevas tecnologías se mezclan con los grandes nombres de la pintura y la escultura, también de la fotografía. Una auténtica catarata artística que comienza en un estrecho pasadizo de homenaje al Duero, para luego hacer postrarse al visitante ante la gloria del Pórtico de la Majestad.

Un ejercicio de catequesis a través de piezas tan impresionantes como el San Juan, de Juni, o el de Gregorio Fernández en la sacristía de la Colegiata dedicada a la representación del Bautista. Agua bendita. Y como agua de abril (por pocos días, nos quedamos sin recurrir al tópico de agua de mayo) recibe la población toresana esta oportunidad de figurar en el mapa menos espiritual, pero igualmente crucial para su futuro. Ojalá haga el río honor a su etimología lusa, Douro, y deje en estas orillas alguna riqueza que alimente la esperanza de quienes debaten su futuro. Padre Duero que cruzas estas tierras, de Soria a Oporto, que nunca más tengas que ver marchar a tus hijos más allá de tus verdes riberas, por causa de la pobreza y de la falta de oportunidades. De la hermana Portugal llegan piezas únicas como el mosaico del monasterio lisboeta de San Antonio de Padua y del sur acude una representación del maestro Zurbarán. Es lo que tiene el agua, que de todas partes acude porque se filtra a través de las paredes, de las barranqueras del paisaje de Antonio Pedrero. Aguas plácidas que alimentan la belleza efímera de las Rosas de Ávila del maestro Antonio López. Corren los años como corren los ríos hasta desembocar en el mar, a veces furioso como el que Moisés separó para que su pueblo huyera del faraón. En Aqva, la lección de vida también nos enseña que los tiempos no han cambiado tanto, aunque la suerte sea desigual para los protagonistas. Del pueblo hebreo caminando entre las aguas, un mismo montaje nos traslada al Mediterráneo donde hoy perecen quienes se ven obligados a un nuevo éxodo. Ojalá nunca nos tocara beber de esas aguas. Que quien sintiera sed pudiera acudir al agua redentora, agua de vida. Que Las Edades generen vida. Como agua de abril.