Para muchos en Argentina nombrar al Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que el actual Gobierno negocia un crédito para paliar el desplome del peso, supone evocar una maltrecha relación que se agravó con la crisis de 2001, por las duras exigencias que tuvo el organismo para cobrar sus préstamos.

Este martes, el presidente Mauricio Macri anunció que negocia una línea de apoyo financiero con el FMI para afrontar la fuerte caída del peso en los últimos días frente al dólar, lo que aseguró permitirá "fortalecer" el programa de "crecimiento" de su Gobierno, enfrentar el "nuevo escenario global" y evitar una nueva "crisis".

Aunque no se habló de cifras por ser una negociación en pañales, se estima que la cuantía económica solicitada al FMI ronda los 30.000 millones de dólares, una vía de financiación que, según el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, es la más barata que existe porque ese organismo "presta a tasas inferiores" a las del mercado.

"El Gobierno recurre al FMI y vuelve a replicar un modelo económico atado a las recetas de mayor ajuste. Una vez más tenemos que decir que esto ya se probó en la Argentina y los resultados fueron mayor pobreza, hambre y exclusión", aseveró Jorge Taiana, que fue canciller durante los Ejecutivos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015).

En el mismo sentido se ha pronunciado Unidad Ciudadana, que encabeza la expresidenta, actual senadora. La decisión significa para ellos un "grave retroceso" porque los acuerdos con el FMI "siempre fueron perjudiciales" para el pueblo, por lo que exigen que el acuerdo sea discutido en el Congreso.

En un mensaje difundido por la Presidencia poco después de la apertura de mercados -que confirmaron el fuerte ascenso del dólar-, Macri insistió en que Argentina es uno de los países que más depende de la financiación externa por el "enorme gasto público" heredado del kirchnerismo.

Para el analista económico Ramiro Castiñeira, las exigencias del FMI estarán encaminadas a ahondar en el gradualismo pero cumpliendo lo acordado, lejos de los requerimientos de 'shock' de años atrás.

Principalmente, la caída del peso es atribuida a la subida de los tipos de interés de Estados Unidos, algo que afectó a otros países y ha abierto la vía a la salida de grandes capitales de los mercados emergentes.

Si bien la mayoría de analistas descartan que la situación sea la misma a 2001 en el país, que lleva varios meses seguidos con la economía en alza, el Gobierno no consigue erradicar la todavía alta inflación, un problema que intensifica la dependencia que del dólar tienen los argentinos, hartos de los vaivenes del peso.

En las últimas décadas, la relación de Argentina con el FMI no ha sido de color de rosa. En 2006, tras tres años de crecimiento económico, Kirchner canceló de golpe toda la deuda que Argentina tenía con el organismo para, gracias a esa independencia, poder evitar las presiones que buscaban un plan de ajuste para sacar al país de la suspensión de pagos en la que entró cinco años antes.

En 2013, el Fondo alertó de la poca fiabilidad de las estadísticas macroeconómicas argentinas y Fernández se negó a que los informes del organismo fueran publicados.

Sin embargo, con la llegada de Macri en 2015, el país normalizó sus relaciones. Tanto cambió el panorama que el pasado marzo la directora gerente del FMI, Christine Lagarde visitó Buenos Aires y elogió las políticas de Macri.

"Tengo mal pronóstico. Creo que si no estalla una crisis financiera, estalla una crisis social. O ambas", remarcó a Efe el economista Pablo Tigani, que cree que el Gobierno debe llamar a la oposición y hacer "un gobierno de coalición".