Valença do Minho, en el límite de Pontevedra con Portugal, se levantó ayer con un ansia desmedida por leer la prensa. Los habitantes de esta ciudad fronteriza -con un mercado muy popular del que son asiduos muchos visitantes españoles- querían saber más sobre el rescate económico que el Gobierno en funciones del socialista José Sócrates pide a la Unión Europea. «La medida llega tarde», opinan los vecinos encuestados.

Joaquim Covas, presidente de la União Empresarial do Vale do Minho, es partidario de «encarar este momento con optimismo», después de vivir con incertidumbre. La banca, dice, «tendrá una posición favorable para conceder créditos con intereses más bajos», cuestión importante para que los empresarios consigan estabilizarse, para resolver los compromisos. «Sabemos lo que nos espera y lo que nos va a costar», precisa. Valença tiene ventaja, dice, con su «mercado de frontera».

El ingeniero Jorge Passos, con dos industrias en Viana do Castelo, dice que el rescate «es para cubrir los gastos del Estado». «Si es para que haya más impuestos para las empresas y para subida de intereses a las gentes, lo veo fatal. Mi esperanza es que sirva para disminuir el gasto público y no para que se lo gaste el Gobierno en amigos y en instituciones que no sirven para nada. Es por ahí el camino».

Juan Ramón Pérez Viñas, empresario de la gallega Tuy con industria de transformación de granito en Portugal, cree que «todo va a seguir igual y el dinero llegará sólo para pagar a los bancos». La falta de confianza hace estragos en todos los sectores, dice.

Vitor Seco, propietario del restaurante O Merendola, cree, al igual que el resto, que la medida llega tarde. «Si Europa presta dinero a Portugal, es porque sabe que lo vamos a devolver». Tiano Silva es comerciante de confección. Confía en que los países comprendan cómo está Portugal «y nos dejen el dinero». En su negocio ha notado un bajón, sobre todo de clientes españoles, «porque España también está en crisis».

Palmira Costas, ejecutiva, está convencida de que Portugal «necesita que se ejecute un buen plan de austeridad, que el nuevo Gobierno deberá retocar. Tiene que ser un Gobierno mayoritario que sepa llevar las riendas». Matiza además: «Hay que aplicar las medidas para minimizar las consecuencias que ese plan pueda traer para el crecimiento económico, con inversiones como resultado».

Luisa Cunha, farmacéutica, recuerda que Portugal «ya tuvo intervenciones» en los años 1977 y 1983, cuando el país recibió apoyo financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI). «Los gobernantes no aprendieron; eso me entristece porque quien paga es siempre el pueblo». Las farmacias no cobran desde hace siete meses la deuda del Servicio Nacional de Saúde.

Vítor Domingues, del comercio Casa Azul, aboga por extremar el control sobre el gasto del Estado y «eliminar empresas públicas que no sirven para nada».