Jaime Rosón (Movistar) no defraudó ayer y supo aprovechar el gran trabajo de su equipo para rematar llevándose la primera victoria en una carrera por etapas desde que es profesional, un logro que significa un paso más en su camino hacia lo más alto del ciclismo español. Una vez más respondió cuando tenía que hacerlo este gran escalador que nunca defrauda, y correspondió al apoyo que le dio el Movistar, ayer sí decididamente, para buscar la victoria individual, que se le escapó por muy poco, y para ofrecer a la escuadra navarra un nuevo triunfo que le sitúan ya como uno de los "pesos pesados" del equipo que dirige Eusebio Unzúe.

Una de las claves de esta victoria se sustentó en la habilidad del zamorano para situarse entre los mejores en las dos etapas llanas que precedieron a la que tuvo ayer final en el mítico alto de Cerler, escenario de grandes hazañas del ciclismo español. Esta habilidad que atesora desde su época de aficionados, hizo que ayer partiese en un privilegiado cuarto puesto, por delante de hombres muy peligrosos en la montaña como son Taaramäe, Javi Moreno u otros que no llegaron a aparecer ayer, pero sobre todo, de su compañero, Marc Soler, que partía a priori como su gran rival, que no enemigo.

La clasificación general que ocupaban Rosón y Soler hizo que el catalán se sintiese obligado a trabajar para el zamorano y, la verdad, es que su actuación fue más que brillante: primero rompiendo definitivamente el grupo de cabeza en las primeras rampas de puerto final, y más tarde reincorporándose a la cabeza de la carrera para volver a darlo todo para que su compañero alcanzase la victoria final en la Vuelta.

De esta forma, Rosón cierra una primera parte de la temporada que cabe calificar como magnífica con su sexto puesto en el Algarve, el octavo en la Tirreno-Adriático codeándose con el mismísimo Landa, y el cuarto en una Vuelta a Madrid sin terreno montañoso suficiente.

El trabajo del Movistar fue ingente durante toda la jornada de ayer pero no pudo alcanzar la victoria de etapa que finalmente se adjudicó el vizcaíno Mikel Bizkarra (Euskadi Murias).

Bizkarra, que se quedó a sólo seis segundos de alcanzar el liderato final, invirtió en los 126,6 kilómetros de recorrido entre Sabiñánigo y Ampríu-Cerler un tiempo de 4:16:15 a un promedio de 29,502 kilómetros por hora.

A pesar de la victoria final de Rosón, la teórica superioridad de los hombres del Movistar estuvo a punto de no hacerse efectiva en una etapa en la que asumieron sin tapujos el rol de líderes, pero en las rampas finales de los 12,7 kilómetros de ascensión a Ampríu-Cerler se quedaron muy pronto sin efectivos.

Con Héctor Herrero y Marc Soler prácticamente solos desde las primeras estribaciones del puerto, a los hombres de la formación telefónica se les hizo muy larga la ascensión a la cima ciclista más oriental del pirineo aragonés. Habían asumido la responsabilidad y sus rivales dejaron que en todo momento recayera sobre ellos, solamente rota con algunos ataques esporádicos de sus adversarios.

Marc Soler, al que en un principio se apuntaba como líder tras su victoria en marzo en la París-Niza, fue el encargado de realizar la última parte del trabajo hasta que Rosón lanzó el ataque que se presumía definitivo a 5,3 kilómetros del final, en la zona más dura. Pero se encontraron la resistencia y perseverancia hasta el final del estonio Rein Taaramäe (Direct Energie) quien se encargó personalmente y en solitario, con hasta cuatro corredores a su rueda sin relevarle, de echar abajo en una persecución sin tregua el intento de Rosón a falta de kilómetro y medio.

En ese momento cualquier cosa podía pasar, no solo estaba en juego el triunfo parcial de etapa sino el premio gordo, la general de la Vuelta a Aragón 2018. En esa circunstancia los que mejor supieron jugar sus bazas fueron los Euskadi Murias, con tiempo perdido en la general y por lo tanto con más libertad para intentarlo. Mikel Bizkarra y Garikoitz Bravo aplicaron la táctica a la perfección.

Al final, el triunfo de etapa fue para Bizkarra, que se quedó a solo seis segundos de hacer saltar la banca, y en la lucha por la general el tercer puesto de Rosón, gracias a las bonificaciones, fue el que le sirvió para hacerse con el maillot amarillo final.