El fútbol se desarrolla compulsivamente, sin solución de continuidad. Ahora estamos con el episodio del penalti de la Juve. Que, por cierto, fue falta máxima. Pero no quisiera que en esta agitación de sucesos pasara inadvertida el gol de chilena de Cristiano Ronaldo, al que algunos insensatos han bautizado como "el más grande", "obra de arte", "de otro planeta", "obra cumbre"? Los años, la experiencia y mucho fútbol entre ceja y ceja (visto y practicado) le dan a uno, modestamente, cierto conocimiento de la cuestión para intervenir y templar algo la controversia. Vamos, que me proporcionan la ocasión de echar un cuarto a espadas.

Lo primero, incuestionable, es que el gol del portugués ha sido el más visto, repetido y el de mayor repercusión de los hasta ahora ejecutados por los grandes artistas de la pelota. En la sociedad de los medios de comunicación no podía ser de otra forma. Se produce en cuartos de final de la Champions, en un duelo Juventus-Real Madrid, con nueve millones de espectadores asomados en directo a la tele, y éste es el mejor señuelo con el que abastecer y engordar luego todos los programas deportivos.

Podemos convenir en que, por sus características, éste gol merece un puesto de relevancia entre las acciones plásticas del fútbol. Pero no nos pasemos. No nos volvamos locos. Ni es el de mejor técnica, ni el más bello, ni el de mayor dificultad del que se tenga memoria gráfica y de la otra. Sólo el que más se ha visto. El que más tele ha tenido. Échenle ustedes una ojeada a los vídeos que proliferan por internet, a la suerte de los logrados por Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Rivaldo, Hugo Sánchez, Mexés, Francescoli, Van Basten, Ibrahimovic, Messi y, acercándonos al Tartiere, el azul Toché -incluso a las poderosas voleas de Quini- y verán que, salvo que lo hagan con gafas merengues, el portugués no ha roto el molde. Que los hay variados y espectaculares, para todos los gustos y de todos los colores. De mejor o igual factura. Y cuestión no menor, que el jugador del Real Madrid logra esta diana por pesadez, por insistencia, por reiteración de intentos -como la ejecución de faltas, efectivas en un cuatro o cinco por ciento, dicen- , y que estas gracias no le salen a diario. Es la primera en su larga carrera y sus fracasadas intenciones habían merecido ya muchas chanzas.

La chilena, por otra parte, esa forma de remate con el cuerpo en el aire, de espaldas al suelo y en un vaivén de tijeras, no la inventó un chileno, como pudiera parecer. La FIFA se la atribuye a nuestro paisano vasco Ramón Unzaga, eso sí, emigrado a ese país sudamericano, que la ejecutó para contemplación de los mortales en terreno del Talcahuano, allá por 1914.

Resumiendo, que ni la chilena ni las tijeras las inventó el portugués ni tampoco él es su mejor intérprete. Pero descuiden, no le vamos a restar méritos a este atleta. Porque como goleador, como artillero, hay que descubrirse. Los números no se discuten. Se comprueban. Y él es el más grande. Difícilmente volverán a alcanzarse sus registros. Pero futbolísticamente, atendiendo a la calidad, es una medianía. Egoísta, sin conceptos claros de asociación, limitado técnicamente, sin visión de juego. No lo conozco personalmente, pero por su comportamiento en el campo y por lo que me dicen debe ser un poco Peter Pan empeñado en restarle tiempo al tiempo y años a su calendario biológico. Porque en Cristiano para bien del fútbol hay algo de cyborg, de superhéroe o Robocop sin abuela ("soy el mejor de todos los tiempos"). En éste caso lo que natura no da sí parece que presta Madeira. En mi apreciación personal, este chico no es el más listo de la clase, pero sí uno de los más aplicados.