El Barça ha demostrado que, en Liga y Copa, le basta con aplicar las recetas preparadas en la cocina de Valverde para mantener una buena distancia en puntos y presentarse (por quinta vez consecutiva) en la final. Supongo que la Liga de Campeones será otra cosa, no tanto porque el Chelsea meta mucho miedo como por la extraña relación que los culés mantenemos con una competición que durante mucho, mucho, mucho tiempo creímos que no ganaríamos nunca y que durante algún tiempo, bastante más corto, llegamos a creer que ganaríamos siempre. Puede que, como sucede con el universo, para las diferentes escalas del fútbol tengamos que ofrecer diferentes leyes.

Como explica maravillosamente bien el gran Neil DeGrasse Tyson en su "Astrofísica para gente con prisa", para la gravedad ordinaria las leyes de Newton funcionan muy bien y, de hecho, la observación de esas leyes nos llevó a la Luna y nos trajo de vuelta en 1969. Sin embargo, para los agujeros negros y las estructuras a gran escala del universo, necesitamos la relatividad general de Einstein. El Barça de Liga y Copa es un Barça newtoniano y, respetando las leyes de Newton, es probable que ganemos la Liga y es seguro que jugaremos la final de Copa con el Sevilla. Otra cosa es disputar una eliminatoria con ese agujero negro que es el Chelsea de Conte y ganar esa enorme estructura que es la Liga de Campeones con las mismas leyes, y la misma insistencia en colocar a André Gomes en el equipo titular, que sirven para no perder en Cornellà-El Prat o eliminar al Valencia. Necesitamos la relatividad general de Einstein, sobre todo porque contra el Chelsea, y lo que pueda venir, no podrá estar Coutinho, un futbolista radicalmente einsteniano muy diferente del newtoniano Paulinho. Para ir a la Luna y regresar con vida, es decir, ganar la Liga y quizás la Copa, nos basta con Newton. Para viajar a los confines del universo futbolístico y competir con equipos de otra escala como el París Saint-Germain (o el Real Madrid), el Bayern de Múnich o el Manchester City, es necesaria la relatividad general, Newton y, eso sí, el Messi de siempre.

Newton para la gravedad ordinaria de la Liga y Einstein para los agujeros negros de la Liga de Campeones. Así, hasta el infinito y más allá.