Los últimos empates del Barça no me asustan, como no me asusta la titularidad de Paulinho (que está muy lejos de ser un Iniesta brasileño) ante el Celta, las lagunas de Piqué o la discontinuidad de Denis Suárez. No me asusta, pero sí me preocupa un poquito la lesión de Umtiti en esa dichosa jugada en la que el gran Iago Aspas, ese tipo que sembró el pánico en la defensa azulgrana cada vez que tocó el balón, hizo lo que quiso hasta que decidió dar una asistencia de gol. Tampoco me asusta, ni me preocupa, la tendencia del Barça de Valverde a fortificarse y la manera industrial en la que gana muchos puntos en partidos rocosos. Resulta que, a pesar del pesimismo culé acuñado en las largas noches de invierno futbolero de mi infancia, soy optimista y creo que estamos a las puertas de un Renacimiento del Barça en todas las competiciones, incluida esa Liga de Campeones que parece reservada para el lujoso PSG de Neymar.

¿Quién podría haber sospechado que aquella Florencia de principios del siglo XV, rica pero plagada de robustas casas diseñadas para hacer frente a las luchas feudales y los disturbios populares, estaba a las puertas del Renacimiento? Como dice el historiador del arte Kenneth Clarke, no había motivo alguno para que, de improviso, de las callejas angostas y oscuras de Florencia brotaran las arquerías esbeltas y luminosas, con sus arcos de medio punto echando alegres carreras bajo sus rectilíneas líneas. Se acusa al Barça de edificar su juego para resistir las luchas feudales ante un Valencia que aspira a ser algo más que un animador del campeonato o los disturbios populares ante esos equipos que es difícil que ganen la Liga pero que pueden hacer que otros equipos la pierdan.

Pero es posible que de esas casas robustas surjan a corto plazo las arquerías esbeltas y luminosas de la conexión Iniesta-Denis y los arcos de medio punto de Jordi Alba y Sergi Roberto echando alegres carreras bajo las rectilíneas líneas que marcan los pases de Messi y Busquets. El rico Barça de los banqueros y mercaderes de lana dará paso, con la ayuda de Dembelé y quizás la explosión de Deulofeu, a un Barça renacentista que ganará partidos construyendo arquerías y arcos de medio punto. De momento, y a pesar de los empates, vamos bien en Liga, en Copa y en Liga de Campeones. Las arquerías pueden esperar.