Neymar Jr. ya no es jugador del Barça ni, por lo tanto, de la Liga española. ¿Qué nos importan sus disputas con Cavani, su no-pelea en el vestuario con un delantero uruguayo que no es Luis Suárez y los problemas existenciales de Unai Emery a la hora de decidir quién tira los penaltis en el Paris Saint-Germain? Hay jugadores que se van sin largarse nunca. Ibrahimovic, por ejemplo. Ese delantero sueco que no es Larsson estuvo sólo una temporada en el Barça, pero sus desplantes, sus arrogantes declaraciones, su displicente manera de ver el fútbol y, también, sus geniales goles y jugadas son siempre noticia al sur de los Pirineos. Por no hablar de Mourinho. Ese entrenador portugués que no es Villas-Boas es noticia esté donde esté porque, como diría Luis XIV, cree que el Estado (el equipo) y él son la misma cosa. Si Mourinho gana, es gracias a Mourinho. Si el equipo pierde, es por culpa de los jugadores, o del presidente, o de la afición, o del médico, o de los recogepelotas, o de una conspiración arbitral alentada por Guardiola.

El fútbol está tan chiflado que dan ganas de abandonarlo todo por el baloncesto. ¿Vieron la final del Eurobasket 2017 entre Eslovenia y Serbia? El partido coincidió con el choque estelar de la cuarta jornada de Liga entre la Real Sociedad y el Real Madrid. No hubo color. El partido de baloncesto fue mucho más emocionante, intenso e interesante que el partido de fútbol, de forma que muchos no cumplimos con el plan inicial de zapear para seguir los dos partidos a la vez sino que nos quedamos con el baloncesto y, muy de vez en cuando, nos dábamos una vuelta por Anoeta para ver si los futbolistas de la Real Sociedad y del Real Madrid decidían levantarse de la siesta para jugar el partido. Puede que me equivoque, pero diría que en el baloncesto no hay muchos Neymar, Ibrahimovic y Mourinho. Pero volvamos a Neymar. ¿Es cierto que Neymar quiere ser califa en lugar del califa, como le sucedía a Iznogud con el califa Harún El Pussad? Me parece muy bien. Pero Neymar ha elegido el camino equivocado. Según la ley de la identidad de los indiscernibles de Leibniz, si dos cosas, A y B, son idénticas, entonces cada propiedad de A será también propiedad de B; y, por lo mismo, si A tiene una propiedad de la que carece B, entonces A y B no son cosas idénticas. Neymar tiene muchas propiedades idénticas a las de Messi, aunque sean dos futbolistas muy diferentes. Los dos son desequilibrantes, difícilmente defendibles, siempre capaces de resolver un partido solitos, valientes, vistosos, chicle para los ojos futboleros, previsibles sólo en su genialidad y, por supuesto, dueños de una imagen que vende estupendamente primeras, segundas y terceras equipaciones. Pero hay una propiedad de Messi que no tiene Neymar y, a estas alturas del partido, parece que ya no tendrá nunca. Messi sabe ser el número uno. Neymar, no.

Neymar necesitaría a un capitán John Anderton como el interpretado por Tom Cruise en la película "Minority Report". Anderton es jefe de la fuerza de policía Pre-Crimen de Washington, una unidad que arresta a los "criminales" antes de que cometan un crimen, gracias a las visiones de un trío de mutantes con habilidades precognitivas. Neymar tendría la suerte de que no es necesario ser mutante ni tener habilidades precognitivas para saber cuándo el futbolista brasileño está a punto de meter la pata o perder la cabeza en un partido. Todos los futboleros sabemos perfectamente la tontería que va a hacer Neymar antes de que la haga. Si le pudiéramos arrestar, o avisar, antes de que cometiera un crimen (una tontería, como pelearse con un compañero por tirar un penalti, burlarse de un rival o hacer gestos idiotas en el terreno de juego), Neymar conseguiría engañar a Leibniz, cumplir con la ley de identidad de los indiscernibles y sería idéntico a Messi. Pero como en el fútbol no existe la unidad Pre-Crimen, Neymar será siempre el visir Iznogud y Messi siempre será el apacible y querido califa Harún El Pussad.