La construcción de instalaciones deportivas en nuestra ciudad siempre ha supuesto una fuente de decepciones que, con el paso de las corporaciones y de los responsables políticos, no para de manar. Resulta sarcástico y hasta divertido repasar lo que ha sido la historia reciente de nuestras instalaciones. Ha sido una cadena de despropósitos, una cadena que, sin querer ir más lejos, se inició con los primeros pasos de la Ciudad Deportiva, concretamente, con la construcción de un pabellón verde que no dispone ni da una sola ventana o fuente de ventilación hasta el punto de que, en verano, se convierte en un horno asador en el que practicar cualquier deporte es toda una proeza. Los arquitectos zamoranos tienen una altísima valoración del espacio como parece indicarlo el propio Manuel Camba o el de la Diputación, donde cabe a duras penas una pista de balonmano aunque sea a riesgo de que cualquier jugador se estrelle contra las paredes circundantes. Quién no recuerda el exitazo del sistema de riego de los nuevos campos de Valorio que se tiró años sin funcionar, o el estado que presenta el primitivo campo de hierba artificial del Ruta de la Plata desde poco después de su construcción. Algunas anécdotas son célebres, como aquel constructor de las canchas de tenis de la Ciudad Deportiva que se le ocurrió plantar los postes de la red en mitad del pasillo de dobles; o aquel otro que instaló las porterías del otro campo de fútbol de hierba artificial del Ruta de la Plata sin tener en cuenta la parte de los postes que queda enterrada bajo tierra; y cómo olvidar la tristemente desaparecida piscina cubierta de la Laboral que tan sólo funcionó los dos primeros meses después de una inversión multimillonaria. De risa.

Pero no crean que han aprendido de estos errores quienes tienen que aprender. Seguimos con las mismas. Recuerdo el pabellón Angel Nieto con suelo de cemento pulido, más tarde de una goma color café con leche, y últimamente con ese parquet que ha quedado sepultado sobre la flamante tarima instalada en las últimas semanas.

Pues nada, que seguimos en la misma. El presupuesto para la tarima tan sólo ha llegado para cubrir la pista de balonmano-fútbol sala mientras que en el resto del suelo del pabellón, de forma más que cutre, sigue asomando el caduco parquet. Además, para igualar ambas superficies, ahora existe un escalón de unos 5 centímetros en el que, sin ninguna duda, se quedarán muchos tobillos. Y lo que resulta más grave, ¿es que nadie sabía que una sencilla tarima de madera no puede soportar el enorme peseo de las canastas de baloncesto y menos cuando tienen que ser movidas varias veces al día?.

La conclusión, que ninguno de nuestros tres principales equipos de baloncesto podrán entrenar ni jugar en el Angel Nieto antes de que comience la competición oficial... , en el mejor de los casos.

Es el cuento de nunca acabar. Seguimos sin aprender.