El regreso a la actividad en el "Circo" tras la pausa veraniega no ha cambiado nada en el Mundial. Mientras deshoja la margarita que defina su futuro (McLaren, Renault, McLaren con motor Renault, Williams, la Indy?) Fernando Alonso sumaba ayer un nuevo abandono en la que ya es sin duda alguna su temporada más decepcionante, mientras el británico Lewis Hamilton prolongaba su racha para 24 horas después de igualar el récord histórico de las 68 poles de Michael Schumacher anotarse la 57.ª victoria de su carrera, y quinta de la temporada; recortando a sólo siete puntos la ventaja del alemán Sebastian Vettel al frente del campeonato.

El circuito belga de Spa es un trazado de sabor agridulce para Alonso. Allí lograba en 1999 una extraordinaria victoria en la Fórmula 3000 que le catapultaba a la Fórmula 1, y allí sufría en 2012 un accidente -arrollado por Grosjean en la salida- que a la postre le costó el que hubiera significado su tercer título en beneficio de Vettel. Ayer, saliendo finalmente décimo, no podía tener otro objetivo máximo que mantener esa posición y sumar un punto en un circuito largo en el que la potencia del motor es determinante. Y potencia no es palabra que figure en los últimos años en el vocabulario de los McLaren-Honda. Pese a las limitaciones, el asturiano supo encontrar un pasillo en la salida, aprovechando el primer pique fratricida entre los pilotos de Force India, Pérez y Ocón, para superar a ambos y a Hulkenberg haciéndose con la séptima plaza tras los Mercedes, Ferrari y Red Bull. Casi nada. Pero esa nueva arrancada memorable del bicampeón ovetense no dejó de ser un triste espejismo. La euforia en el garaje de McLaren sólo duró un par de vueltas. Había logrado mantener Alonso la posición en un primer cara a cara con Hulkenberg, pero en cuanto los comisarios dieron vía libre al uso del DRS el carbayón caía vuelta tras vuelta en las garras de sus rivales. Hulkenberg, Ocón, Pérez, Grosjean? en sólo seis giros el asturiano ya estaba fuera de los puntos, fuera prácticamente de carrera y atacado una vez más de los nervios; dando vía libre a su frustración quejándose por radio de la desesperante falta de potencia de su monoplaza. "Esto es vergonzoso", llegó a decir sobre el rendimiento de su propulsor. En el giro 27, poco después de superarse el ecuador de la carrera y cuando rodaba en la decimosexta posición, amargado y abatido, emprendía el camino del garaje para sumar el séptimo abandono de la temporada.

Por delante, en esa cara A del vinilo del campeonato, Hamilton dominaba la carrera por delante de Vettel haciendo buena desde la primera vuelta la posición adelantada de la pole. Pero la ventaja, aunque mínima, quedó en entredicho cuando el enésimo enfrentamiento entre Pérez y Ocón se saldó en el trigésimo giro con la salida del coche de seguridad. Hamilton y Vettel entraban a realizar el último cambio de neumáticos pero mientras en el garaje de Mercedes ya no tenían más que un juego nuevo de blandos, en el de Ferrari habían reservado uno de ultrablandos para intentar el ataque definitivo. La carrera, así, se iba a decidir a sólo diez vueltas, con Hamilton por delante pero con un Vettel con neumáticos más efectivos en las cortas distancias y la posibilidad de sacar provecho del rebufo.

Al reiniciarse la carrera el alemán lanzó su "cavallino" a la carga pero se topó con una extraordinaria defensa de Hamilton, que no sólo aguantó el ritmo del Ferrari sino que cogió impuso para firmar una vuelta sensacional en la que logró abrir una distancia que ya sería insalvable para su rival, mientras por detrás Ricciardo y Raikkonen adelantaban, uno por la izquierda, otro por la derecha, a un confiado Bottas que perdía la última plaza del podio en beneficio del siempre fiable australiano.

Hamilton, así, se tomaba la revancha sobre Vettel de lo sucedido en Hungria antes de las vacaciones y recorta a siete puntos la ventaja del alemán antes de afrontar el próximo domingo la cita de Monza, el templo de la velocidad pura. Allí Mercedes y Ferrari, Hamilton y Vettel, prolongarán una jornada más su pulso por la corona y allí Alonso volverá a bramar por radio las miserias de su propulsor mientras quita las últimas hojas a la margarita de su futuro.