En capilla, minutos antes de jugarse la gloria en Palma del Río, Eduardo García Valiente sale del vestuario para sentarse en las escaleras contiguas. Son unos minutos en los que el técnico pistacho necesita "visualizar el partido" y aislarse. Dentro, en el lugar más sagrado para la plantilla, los jugadores viven unas sensaciones que nunca olvidarán. Hay nervios pero también esperanza, hay ganas de saltar a la cancha y sobre todo hay mucha ilusión.

Leo Maciel siente antes del partido una sensación que es extraña para él porque "hay una presión y una sensación de ganas de ayudar al equipo muy fuertes". Aunque son partidos que estos hombres han jugado ya muchas veces, no deja de haber algo especial en estos partidos. "Quizá estaba más nervioso el día de la semifinal porque una vez que pasas a la final sabes que vas a salir a morir y a dar todo, entonces no tenía tanta presión, pero una vez que empezamos a calentar sí que tenía el gusanillo ese en el estómago que te dice que te estás jugando algo importante", señalaba el extremo Peli.

Los había bastante nerviosos, como Sandín que aunque estaba "concentrado" tenía "nervios como una bestia"; o Gastón Mouriño que tenía "mucha ansiedad por dentro, nerviosismo y de todo". El reloj parece pararse y no llega la hora de saltar a la pista y por eso llegan a la mente partidos que se han jugado y que tenían la misma vital importancia: "Tenía sensaciones parecidas a cuando estaba en el Mundial con la selección y jugamos contra Bielorrusia, que sabíamos era un partido que valía muchísimo y, si ganábamos, hacíamos historia" señalaba un Sebastián Ceballos que acabaría siendo fundamental. Octavio, por su parte, se acordaba de Irún, de lo que había ocurrido un año antes, aunque esta vez con sensaciones distintas: "No lo decíamos pero sabíamos que era posible".

Los más veteranos en estas lides transmitían serenidad al resto de sus compañeros porque tenían mucha confianza en los pistacho. Iñaki llegaba a la hora clave "convencido" porque, para él, sus compañeros "son unos titanes" mientras que Carletes tenía "sensaciones muy buenas, diferentes pero espectaculares". Era un partido diferente, especial, pero algo a los estos jugadores ya están acostumbrados.

Cuando las manecillas parecían ya mover el reloj y acercarse a las 17.00 horas, el momento clave del domingo, aparece la confianza de los jugadores: "Cuando estás en el vestuario piensas en todo lo que has luchado durante el año, en todo lo que has sufrido y aprendido, y sales a demostrar lo que hay, convencidos" explicaba Marc Abalós mientras que Adrián Prieto sentía que "los nervios ya se habían quitado" y era momento de creer hasta el final. Ceballos "nunca había tenido tantas ganas de ascender" y Peli, en esos momentos, lo único que sentía era que "quería disfrutarlo con todos mis compañeros".