La gente no dejó de saludar del todo; aunque saluda con temblores. Eso quiere decir que aún esperan agazapados la última bala, que es que el Madrid palme contra la Juventus. Estas cosas se notan en el ambiente cuando el rival está de subidón porque alguna desgracia ocurrió al de enfrente. Los favorecidos suelen saludarte. Ahora bien; si la cosa les es desfavorable, desaparecen de la vista por arte de birlibirloque.

Son estas cosas que suelen ocurrir en los finales de temporada. El personal se pasa la semana con el ojo puesto en el que puede salir escardado, y suele salir escardado el que está esperando precisamente a que ello ocurra.

Cierto es que el Madrid es especialista en fabricar internacionales y propiciar que algún tuercebotas meta el gol del siglo, o que un portero se convierta en un mesías parándolas hasta de tacón, pero no es menos cierto que la ansiedad por tumbarlos acaba con los rivales.

Venimos de un año largo en que los finos analistas vienen dando cera fina a los merengues, sea por lo que sea. Con el paso del tiempo y viendo las meteduras de pata van reculando, pero muy suave. Como diciendo: "No acerté de milagro, me faltó ajustar bien el párrafo tres de la teoría de Shoen Rohden sobre 'el balón perdido'". Y acto seguido pasa a montar la teoría del "bocadillo saturado", que es cuando te venden la moto de que en el equipo contrario se juntó mucho músculo (léase grasa) y eso hizo que el equipo de Concha Espina estuviera suelto como "colibrí acuático" (algunos dicen cosas parecidas o más cargadas de bombo pedante).

Y qué va, hombre (o mujer). Esto del fútbol es más mundano, más terrenal. Esto es lo de siempre: meter la bola o no meterla. Correr más que el contrario, a ser posible para atrás (que para adelante van todos como balas), y punto en boca y oído. Nada de modelos o modelitos; nada de forma de vida y humildad, nada de juego con elegancia (¡habrase visto!), nada de nada y menos de directores deportivos y estructura técnica.

Si acaso cuenta el entrenador, pero para que no estropee nada. Y en eso no hay genios, o esos genios con los que nos machacaron la cabeza en los últimos años. A mucha gente le colaron auténticos bluffs. Aunque, pensándolo bien, hay un genio, uno que sabe de fútbol de verdad y además consiguió esa cosa de ser una estrella y terrenal a la vez: Zidane.