Creo que las derrotas del Real Madrid ante el Sevilla y el Celta hacen todavía más bello al bello Zinedine Zidane. El entrenador blanco ha demostrado que se pueden ganar títulos y batir récords sin convertirse en Travis Bickle, el personaje que interpreta Robert De Niro en la película "Taxi Driver" y que se diría que sirvió de inspiración a Mourinho en su desgraciado paso por el banquillo madridista. Zidane jamás se dirigiría a un periodista con gesto desafiante y diciendo "¿Estás hablando conmigo?", sino que prefiere la levedad de su sonrisa, el gesto suave y las palabras a media voz sin que digan demasiado. Y está bien así. En un mundo tan desquiciado y falto de proporción como el del fútbol, lo que menos necesitamos es a Travis o a otro Mourinho delante de los micrófonos.

¿Por qué las derrotas hacen más bello a Zidane? Porque hace mucho tiempo que hemos entendido que la belleza no equivale a la perfección, un principio inatacable, como recuerda Román Gubern, desde que los anatomistas descubrieron con estupor que el hermoso cuerpo desnudo de espaldas de "La gran odalisca" (1814), obra del pintor Ingres, tenía dos vértebras de más. Una espalda con dos vértebras de más puede ser (y es) bella, y un entrenador con dos derrotas de más, una de ellas en el tiempo de descuento y con un gol en propia puerta de su capitán, pueden ser (y son) bellas. La belleza física no depende de criterios antropométricos y la belleza futbolística no depende de criterios estadísticos. Las proporciones anatómicas de la "Venus" de Milo, hallada en la isla griega de Milo en 1828, fueron consideradas en su momento perfectas por los europeos, y todavía hoy (a pesar de que lo desmienten los hechos de los desfiles de moda o incluso las pasarelas en que se han convertido las galas de entrega de cualquier premio futbolístico) la belleza de la "Venus" es afirmada de forma casi dogmática. Pero, como también apunta Gubern, basta con vestir con ropas modernas, aunque sea con la imaginación, a la "Venus" de Milo para darse cuenta de la inactualidad de sus proporciones anatómicas. La victoria (no de Samotracia, en este caso) a costa de lo que sea, aunque se produzca en el último minuto del descuento o tras un fuera de juego clamoroso, gusta tanto a los aficionados como la "Venus" de Milo, pero sus proporciones no tienen por qué ser bellas. Al récord de partidos seguidos sin perder del Madrid de Zidane no le sentaba bien la ropa moderna. Hacían falta una o dos derrotas. Ahora sí. Ahora nos gusta más el Madrid, aunque nos hayamos dado cuenta de que tiene dos vértebras y dos derrotas de más.

Espaldas con más vértebras y ruedas de prensa sin Travis disparándose en la sien con una pistola imaginaria son buenas no sólo para el Madrid, sino para el fútbol. La "Venus" de Milo vestida pierde mucho, pero un equipo que palma de la manera que palmó el Madrid en Sevilla, y que tan bien conocen los viejos aficionados del Atlético de Madrid, gana mucho. Todo es más bello en el Madrid desde que ha dejado de ser un equipo mágicamente invencible y desde que hemos dejado de hablar de esa antiestética y desagradable flor en el culo que se había convertido en la seña de identidad del Madrid de Zidane. Una flor en el culo. Puaj. Eso sí que es feo, antifutbolero, desproporcionado y aburrido. Es mucho mejor tener una espalda con dos vértebras de más, como Zidane y como la odalisca de Ingres.