Félix de Azúa cita en uno de sus deslumbrantes artículos periodísticos la novela de Paul Morand "L´homme pressé", protagonizada por un anticuario impaciente que ha entendido una de las grandes verdades de la vida, el universo y todo lo demás: el pasado remoto es lo único que en verdad cambia. Y Félix de Azúa ilustra este descomunal descubrimiento apuntando que basta con que un buen día se abra una tumba cerca de Pretoria y en ella aparezca una figurita de un rinoceronte dormido entre los huesos de un esqueleto para que se hundan capítulos enteros de la historia del arte y se derriben los precios de los mercados de antigüedades, porque cualquier descubrimiento trastorna el pasado como un terremoto. Si el gran sociólogo (y tantas cosas más) recientemente fallecido Zygmunt Bauman inventó la expresión "modernidad líquida" para describir la sociedad contemporánea, esa sociedad en la que nada es sólido y, como diría el viejo Heráclito de Éfeso, todo fluye y nada permanece porque todo es fugaz e indefinido, habría que encontrar una expresión todavía más lúcida y precisa para referirse al pasado remoto. ¿La modernidad es líquida, y todos los bienes son intercambiables y prescindibles? Prueben con el pasado.

El fútbol de nuestro tiempo es también líquido porque cada mes surge un "nuevo Messi" por el que se pelean los grandes clubes, cada uno de ellos dispuesto a hacer una oferta imposible de rechazar. Ya no hay nada sólido en el fútbol, y los grandes jugadores pasan con la velocidad de la moda, los clubes que "marcan una época" caen en el olvido después de una temporada mediocre y los partidos para la historia duran lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks, que diría Sabina. Hoy Ronaldo es dios pero, ¿y mañana? ¿Qué pasará cuando Ronaldo no vea puerta durante tres o cuatro partidos? ¿Qué diremos de Ronaldo cuando se limite a marcar muchos goles, y no muchísimos? ¿Saben qué diremos de Monchi, el cerebro detrás de los fichajes del Sevilla, cuando dos o tres futbolistas recomendados por él no funcionen como deberían de funcionar y el Sevilla no pueda venderlos por el triple de lo que costaron? Que lo de Monchi era "líquido". Que nunca fue para tanto. Que eso de fichar jugadores lo hace cualquiera y que es fácil encontrar a un Dani Alves si miras bien. ¿Y Piqué? En unos meses ha pasado de ser el nuevo Beckenbauer a padecer los pitos de todas las aficiones excepto, de momento, la suya. Piqué es hoy un futbolista que dice las cosas claras y mañana es un bocazas. Por el día es un tipo sincero y por la noche un provocador. Este mes todos estamos de acuerdo en que los futbolistas no deben limitarse decir "espero hacerlo lo mejor posible" y "en el equipo somos once", y el mes que viene convendremos en que lo mejor es que los futbolistas no meen fuera del tiesto y digan lo que tienen que decir. ¿Llegará un día en que Ronaldo salga pitado del Bernabéu? Sí. Más todavía. ¿Llegará un día en que Messi sea silbado en el Camp Nou? Me temo que sí. La memoria futbolística es líquida. Así que sólo nos queda el pasado remoto.

En fútbol, el pasado remoto es sólido como una roca. Incuestionable, definitivo e intocable. Es imposible que la figurita de un futbolista dormido entre los huesos de un esqueleto del pasado cambie la historia del fútbol porque esa historia es la que es y es la que será por los siglos de los siglos. Ningún descubrimiento podrá trastornar el pasado del fútbol, así que la única forma de saber algo con certeza en nuestro fútbol líquido es esperar que pase el tiempo. Dentro de cien años, sabremos de forma incuestionable, definitiva e intocable el auténtico valor de Messi, de Ronaldo, de Guardiola, de Mourinho y hasta de la magia de San Mamés. De momento, habrá que conformarse con otra líquida jornada de Liga.