Partiendo de la base de que no hay que quitar méritos a la victoria de Estados Unidos en la semifinal olímpica, considero que a pesar de la derrota debemos estar orgullosos de una España combativa y muy competitiva -comandada por el gran emperador Pau Gasol- que trató de tú a tú a un rival plagado de estrellas de la NBA, cayendo dignamente por solo seis puntos.

Aunque no me gusta hablar de la actuación de los colegiados, creo que los árbitros volvieron a usar una vara distinta de medir cuando nos enfrentamos con los americanos, que parecen tener bula por ejemplo a la hora de emplear la dureza. De una vez por todas, ya es hora de que se exija a los estadounidenses amoldarse en estas competiciones internacionales a las normas de la FIBA, sobre todos en aspectos como la rudeza en los contactos o los ya clásicos pasos de salida.

Quizás, aunque pueda parecer ventajista mencionar a los ausentes a toro pasado, si la selección hubiese podido contar con hombres como Marc Gasol o Serge Ibaka, acostumbrados a fajarse con los poderosos americanos bajo los aros en la NBA, quizás hubiese habido más opciones de victoria, o quizás no, quién sabe.

Podemos considerar que España fue la ganadora simbólica ante una selección de Estados Unidos portentosa en lo físico, porque creo que a nivel de técnica aquellas diferencias abismales del pasado entre un baloncesto y otro se han recortado muchísimo.

Ahora únicamente queda luchar por subirse al tercer escalón del podio. Aunque el rival será muy complicado, pues Australia ha hecho un buen campeonato, España está capacitada para conseguir un bronce que sería un broche de oro a la actuación del combinado nacional en estos Juegos Olímpicos de Río.

Suceda lo que suceda, haya medalla o no, debemos sentirnos orgullosos de la combatividad de esta selección española, sobre todo tras los reveses iniciales. Esta generación se merece despedirse con otra medalla.