Mariano Quevedo Masero falleció a primera hora de la madrugada de ayer martes, día 16, en el Hospital Virgen de la Concha. Con 84 años de edad. Le vi en la tarde del jueves pasado cuando ingresó ya muy malito. Me reconoció, cómo no. Estaba agotado. Maldita la situación vivida. Abandoné el centro hospitalario hundido y desmoralizado. Confieso que llorando. Las circunstancias de la vida le habían apartado del ciclismo en todas sus facetas desde hace años. Hombre activo. Con temperamento. Diría que con muchísimo temperamento. Al final era un bonachón y punto. Sin más. Supo sortear golpes bajos y zancadillas que también abundan en el mundo del deporte. Y en el ciclismo más. Los que creía que eran sus amigos ni preguntaban por él. Vacío total. Sociedad hipócrita y falsa. Es la pura y llana realidad.

Hacía pocos días, en un fin de semana, acudió con la familia a la iglesia de San Juan al bautizo de un nieto, hijo de Javi. Me encontré con él, de casualidad, cuando estaba en una terraza aledaña a la Plaza Mayor. Contento de acudir a una feliz efemérides familiar.

Tristeza. Mucha tristeza. Lágrimas incluidas, lo confieso. Era buen amigo. En unos años fue el "alma mater" del ciclismo en Zamora. Se desvivió siempre por su deporte favorito. Desde entrenar con los más pequeños, pasando por su faceta de organizador de pruebas con una Vuelta a la Provincia de Zamora cuando llegó a su pleno apogeo. Trofeos varios y multitud de carreras conocen su obra y milagros. Su vida era el ciclismo, al que dedicó muchos días y horas. Durante un buen montón de años colaboré modestamente con él. Me hizo amar un deporte del que por motivos varios me he apartado. Se fue él de forma activa del mismo y yo -que en ese aspecto era poca cosa- lo dejé a la par, algo de lo que, visto lo visto, juro no arrepentirme.

Se me viene a la memoria esa Escuela de Ciclismo que creó -ahora borrada de la inscripción del club ciclista que igualmente fundó- por la que pasaron un gran número de chicos. Labor encomiare la vivida en ese viejo local de la calle Juego de Bolos, muy cerquita del Museo de Semana Santa. Recuerdo los elogios al respecto de un presidente de la Real Federación Española de Ciclismo. Con pocos medios hizo un gran trabajo.

Hace algún tiempo me dijo : "Luis, cuando paseo por las orillas del río y veo a gente correr o en bicicleta, me cabreo. Tengo que ir despacio. Lo paso mal". Me lo decía con cierta rabia. Era un hombre que no sabía estar parado. Siempre haciendo cosas y con el ciclismo de lleno. Alfonsa, su esposa, sabía con quién se casaba. Mariano amó el ciclismo como el que más. Lo conocía a fondo. Un deporte muy especial que se diferencia de cualquier otro. Anécdotas vividas con él a cientos. Muchas olvidadas con el paso de los años. Mariano, ¿té acuerdas la que te preparé aquel día, en la Vuelta a Zamora, en un centro hotelero del Mercado del Puente de Sanabria? Cerré puertas y nadie oyó tu llamada hasta bien entrada la madrugada. Y hacía frío. Mariano se lo tomó a risa. Otro en su lugar me hubiera llamado de todo o se me habría tirado al cuello.

Por el contrario, esa alegría que te di, amigo Mariano, a última hora de la mañana de un domingo de la década de los ochenta, cuando te llamé desde "Radio Zamora" para decirte que tu hijo Javi acababa de quedar campeón de España de fondo en carretera, creo recordar que en Murcia, corriendo con el maillot del CLAS (Central Lechera Asturiana). Javi Quevedo llegó a tener un excelente palmarés y su padre estaba feliz y contento de las hazañas de su hijo. Normal.

En unos momentos duros, muy difíciles de llevar por la muerte de un ser querido, me uno a ese dolor familiar. Ese dolor es difícil y duro de cicatrizar. Y lo digo por la mala experiencia que me ha dado la vida y cuyas heridas personales y muy hondas las sigo teniendo. Ni el paso de los años te hacen olvidar a un ser querido. Dicen que el tiempo cura. Eso dicen. Pero... la cruel realidad es otra bien distinta. Mi afecto y cariño en estos duros momentos para su apenada esposa Alfonsa. Para sus hijos María Jesús, Javi, Raquel, Sara y Verónica. Para toda la familia. Y para ti, amigo Antonio, uno de sus hijos políticos, por la "brasa" que te he dado preguntando por mi amigo Mariano al que siempre deseaba lo mejor. Pero esta vida no es justa, no, y llegó lo peor.

Me ha costado un mundo hilvanar estas líneas. Están escritas desde el corazón. Con las lágrimas en los ojos. Sentimientos encontrados por un amigo querido que se va. Ahora todo queda en historia, recuerdos vividos, circunstancias varias. Amigo Mariano, sabes que los que te apreciamos en vida tampoco te olvidaremos ahora. Estate seguro de ello.

Hoy miércoles, día 17, a las diez de la mañana en la iglesia parroquial de Cristo Rey se oficiará la misa de funeral. Que el Todopoderoso te haya recibido dándote un trofeo de bienvenida, de los buenos. Te lo has merecido, amigo Mariano. Te veo en lo más alto del podio. Un sentido abrazo, mi querido amigo.