Una bola de derecha que se marchó por el lateral de la pista puso fin a la lucha eterna de Rafael Nadal en la búsqueda del oro de Río 2016 que encumbra ahora al argentino Juan Martín del Potro, superviviente de una semifinal épica y absolutamente reconciliado con el tenis (5-7, 6-4 y 7-6(5)). Nadal se marchó cabizbajo. Ovacionado por un gentío que le apoyó y que nunca podrá agradecer el talante del español, aferrado a la pista.

Juan Martín del Potro salió victorioso de un partido dramático, alargado durante más de tres horas, de tres sets interminables. Salió vencedor el argentino como también pudo salir el balear. De vuelta una y otra vez cuando parecía enterrado.

El tenista de Tandil se arrodilló en el fondo de la pista y besó el logotipo de Río 2016. No es para menos. Casi un lustro de penurias castigaron a un jugador destinado a formar parte de la aristocracia del circuito. Rafael Nadal se vació. No dejó nada de energía en un cuerpo sometido al castigo del calendario competitivo, que le ha exigido al máximo. Le ha premiado ya con el oro en dobles junto a su amigo Marc López. Pero le apartó del título olímpico en Río. El bronce espera al español en un duelo ante el japonés Kei Nishikori.

Cayó el penúltimo campeón olímpico en escena. Solo el británico Andy Murray, vigente vencedor, puede ser ya el primer tenista de la historia con dos oros. Solo dieciocho horas después de su último desafío, de la final de dobles, Nadal salió a escena. En medio de un ambiente que creció, que se agigantó, con el paso de los juegos hasta el dramatismo. La cancha presentó, no obstante, un aspecto discreto. Al margen del lleno esperado. Sin el calor argentino que se presumía. Después la pinta cambió. Las gradas se llenaron y el público despertó.