Ya ha dejado de ser una sorpresa que España arranque mal sus campeonatos. En las últimas grandes citas, la selección siempre ha ido de menos a más. La derrota contra Croacia lo constata, de primero un tropiezo. Sin embargo, hay matices que me disgustaron y me llamaron poderosamente la atención.

Visto el debut olímpico, la sensación que me deja entrever el seleccionador Sergio Scariolo es que en su mente tiene dos equipos: el de los buenos y el de los malos -siempre relativizando este calificativo-. Por encima de las limitaciones que ha tenido para hacer la lista, con las bajas de Marc Gasol y Serge Ibaka, se supone que ha elegido a los 12 mejores jugadores del país. España sabe lo que tiene y debe intentar potenciar sus virtudes. Todas.

Ahí, en vez de rotar y combinar a los jugadores ojeando de paso el marcador, Scariolo clavó su quinteto de los buenos y su quinteto de los malos -repito, sin catalogar a nadie como tal-. La rotación no fue la adecuada en ningún momento del partido. Con 14 puntos de renta en el marcador, la relajación se apoderó de todos, empezando por el seleccionador. Era el momento de mantener esa renta, de hacer las cábalas precisas para dar equilibrio al equipo.

Los hombres de Petrovic tuvieron la fe y la consistencia de su raza eslava. Los croatas, siempre competitivos, nunca dejaron de mirar el marcador. Nunca se vienen abajo. En ese momento salieron sus líderes como Bojan Bogdanovic y Dario Saric. A base de creer en sí mismos recortaron el marcador de manera firme. En el banquillo, Petrovic, ganó también la barrera psicológica a España, protestando, forzando una técnica y cambiando con ese gesto el criterio arbitral. Croacia lo tenía claro, hacerse fuerte en el rebote y correr en busca del aro español.

Nunca me ha gustado ser entrenador, pero creo que Sergio Scariolo debería apurar mejor sus cambios. Administrar el tiempo y tu munición es básico en un torneo corto, pero intenso como unos Juegos Olímpicos. Ver a Álex Abrines y a José Manuel Calderón sin minutos desconsuela. Sobre todo, cuando ves como a Ricky Rubio lo defendieron flotando a cuatro metros de distancia, invitándole a tirar, o a Juan Carlos Navarro sin el aguante necesario para sortear rivales. Todo con el respeto máximo que le profeso a cada uno de los jugadores de la selección, pero si están bien -físicamente-, entiendo que tanto Álex Abrines como José Manuel Calderón deben jugar.

España no está para guardarse nada. La gloria es efímera y España no puede vivir de los recuerdos. Lo primero que tiene que aclarar es definir mejor los roles y equilibrar sus minutos en pista en función de ellos. Agarrados a Pau Gasol, esperemos que la cosa cambie ante Brasil.