De los numerosos análisis previos de la final (esos que se suelen desechar a los cinco minutos de que el asunto empiece) me quedo con uno de Jorge Valdano. "La ansiedad por ganar la undécima Copa de Europa es menor que la ansiedad por ganar la primera", explicó subrayando el carácter del Madrid en citas de este tipo. Para los blancos, las finales son asunto cotidiano. Los momentos claves, por alguna razón u otra, acaban cayendo de su lado. Esta vez ocurrió con los penaltis.

El Madrid colecciona cinco Ligas de Campeones desde 1998. Y todas las que ha conquistado en este periodo (1998, 2000, 2002, 2010 y 2012) lo ha hecho sin triunfar en la Liga. Mientras otros clubes logran el cetro continental en temporadas que alcanzan la excelencia, el Madrid se ha acostumbrado a ganar en campañas con turbulencias. El éxito más rotundo es la última tabla a la que agarrase. Y suele llegar a la orilla. Solo por ahí se explica una historia trufada de tantos éxitos.

La final siguió un guion complejo con giros imprevistos y alternativas para los dos contendientes. Una final de momentos. Aprovechó el suyo el Madrid con un inicio arrollador. Como si jugara en casa. Marcó Ramos en posición adelantada y sometió al Atlético durante la mayor parte del primer tiempo. Se lamió el Atleti sus heridas al descanso y se apoyó en Carrasco en el segundo acto. Griezmann tuvo su momento y falló. ¿Ansiedad del primerizo? Después fue el Madrid el que no aprovechó sus opciones. Ni Benzema ni Bale. Y eso, ante la fe del Atlético, es señal de que se va a volver en tu contra.

Los de Simeone siguen a la perfección el manual del sufrimiento. Coincide con un lema de una marca publicitaria que patrocina el triatleta de larga distancia Sebastian Kienle: "Si a mí me duele, a ellos les mata". Según las estadísticas de la UEFA el Atlético corrió ayer más de 12 kilómetros que el Madrid. Carrasco apareció justo después de que Zidane se precipitara con sus cambios para colarse entre Lucas y Danilo e igualar la final.

La prórroga mostró a un Madrid herido en lo físico pero lúcido en su juego. Con más colmillo que el Atlético. Bale mudó su posición a la pívot con movilidad reducida a causa de los calambres. Como si hubiera rebasado el kilómetro 35 de una maratón.

Los intentos blancos no lograron traspasar el muro defensivo colchonero y el partido se fue a los penaltis. Si las finales son cuestión de momentos, la tanda fatídica es su máxima expresión. A partir de ahí no importa nada de lo que haya sucedido antes.

O quizás sí. Quizás pesan los precedentes: Oblak sin acertar ningún lanzamiento en la extensa tanda contra el PSV de cuartos de final. O influye el carácter de cada club: vuelta a la ansiedad. O quizás simplemente sea un acto de confianza. La reflexión de Cristiano a la pregunta de qué pensó cuando iba a lanzar su penalti es inequívoca: "Pensé que lo iba a marcar".

Así es el Madrid. En una temporada caótica por momentos, con divorcio entre jugadores y entrenador (Benítez), una política deportiva cuanto menos sospechosa de su presidente y un equipo con numerosos defectos se ha proclamado campeón de Europa. Así es el Madrid, el equipo que colecciona Copas de Europa por rutina.