Después de las emociones fuertes en Europa, la relajación a las afueras de la capital. La Liga es como un recreo en estos momentos para el Madrid. Después de darla por perdida la tiene ahí, a tiro de piedra, y juega sus partidos sin presión de ningún tipo. A Zidane le sirve, además, para mantener la ilusión de los desheredados por el "efecto Casemiro", Isco y James. Por eso en Getafe compareció el Madrid más festivo, ese que disfruta con el balón y no se preocupa por lo que deja a su espalda. Le favoreció, además, el estreno de Juan Eduardo Esnaider, que planteó el partido de tal manera que puso una autopista a disposición de los velocistas blancos. Plantear un partido de ida y vuelta con el Madrid nunca es buena idea, pero en estos momentos, menos. Por eso al descanso estaba todo el pescado vendido en el Coliseum.

Un primer vistazo sirvió para comprobar que la llegada de Esnaider no iba a ser ningún revulsivo para el peor equipo de la segunda vuelta. En vez de reducir los espacios al Madrid, el argentino intentó discutir con él dejando descolgados a dos delanteros, Álvaro y Scepovic, y a los dos interiores, Pedro León y Sarabia. Como el resto del equipo, es decir, los dos mediocentros y los defensas, esperaban a partir del centro del campo, a Kroos no le costaba nada conectar con sus compañeros de línea, ayer Isco y James, y sintonizar con la BBC.

Al Getafe le faltaban sus dos centrales titulares y pronto perdió al lateral izquierdo, Álvaro Pereira, sustituido por Yoda, con interesantes condiciones ofensivas pero tierno e indisciplinado a la hora de defender. Así que Cristiano, Bale, Benzema y compañía empezaron a llegar al área como Pedro por su casa y a desperdiciar ocasiones sin tener en ningún momento sensación de urgencia. Ni siquiera a Cristiano le pudo la ansiedad cuando su primer remate claro se estrelló en el poste. El gol tenía que llegar y lo hizo al filo de la media hora con una sencillez apabullante: James controló sin agobios en el pico izquierdo del área y metió un pase a la espalda de los centrales, por donde apareció Benzema para matar.

El partido era un lujo para los madridistas que más disfrutan de la pelota, poco acostumbrados a maniobrar y asociarse sin un rival encima. Por ejemplo, como en la pared que le tiró Benzema a Isco para que el malagueño elevase su autoestima con el gol que ponía la distancia de seguridad de cara al segundo tiempo. Esnaider aprovechó el descanso para tomar una decisión lógica: mandar a sus jugadores a presionar arriba, pero no por tandas, sino en bloque. Todo el equipo adelantó su posición veinte metros, una fórmula que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Pasaron cuatro minutos hasta comprobar que, quizá, más inconvenientes.

Bastó que Benzema se descolgara hasta el centro del campo para demostrar que el Madrid tiene mil formas de matar. El francés recibió solo y, según se giraba, atendió el desmarque de Bale, que recorrió en solitario los 30 metros que le separaban de la portería y despachó a Guaita. Misión cumplida, pensó Zidane, que inmediatamente mandó a descansar a Carvajal y Bale. Como Esnaider replicó con dos cambios que le dieron más empaque a su equipo, por la soltura con el balón de Emi y Moi Gómez, el juego se equilibró y por fin se pudo comprobar que Keylor Navas también se había subido al autobús.

Navas retrasó el gol del Getafe con dos muestras de agilidad física y mental ante remates de Sarabia, el segundo en un indirecto en el área pequeña por una discutible cesión de Marcelo. Nada pudo hacer, sin embargo, con el tercer misil de Sarabia, en una llegada que denunció la tremenda relajación en que había caído el Madrid. Faltaban siete minutos y Esnaider pidió un último esfuerzo a sus jugadores. Pero poco después Yoda volvió a dejar un agujero por su banda, aprovechado por Lucas Vázquez para regalarle el cuarto a James. Claro que para regalo el de Jesé a Cristiano Ronaldo en el último suspiro, un guiño para que el madridista más identificado con el gol se marchase de Getafe con una sonrisa.