El 20 de marzo, en el descanso del partido de El Madrigal y con 0-2 en el marcador, el Barcelona acariciaba la Liga. Tenía, virtualmente, once puntos de ventaja sobre el Atlético y doce respecto al Real Madrid a falta de ocho jornadas. Y, sobre todo, transmitía una sensación de invulnerabilidad incluso en sus peores días, que le llevó a establecer un récord de 39 partidos sin perder. Tres semanas después, con sólo seis jornadas por delante, el título es cosa de tres. Dos derrotas seguidas, una de ellas frente a otro de los aspirantes, han bajado a la tierra al equipo de Luis Enrique, que ha puesto entre paréntesis el sueño del segundo triplete consecutivo. Aún reconociendo los méritos del Atlético y del Madrid, a estas alturas se consolida la impresión de que esta Liga sólo la puede perder el Barcelona.

Tridente, para lo bueno y para lo malo. Este Barça está marcado por su tridente ofensivo, tanto para lo bueno como para lo malo. Messi, Luis Suárez y Neymar auparon al equipo a lo más alto la pasada temporada, poniendo la guinda a un grupo competitivo o saliendo al rescate en los momentos difíciles. No es casualidad que en los tres últimos tropiezos en la Liga las estrellas sólo hayan aportado un gol: Neymar, de penalti, en Villarreal. En el bajón del trío puede haber influido su reciente viaje a Sudamérica para los compromisos con sus selecciones. Apenas hubo rastro de ellos en el Clásico, que jugaron apenas dos días después de volver a Barcelona, y tampoco brillaron en Anoeta, donde se echó en falta Luis Suárez. El uruguayo demostró en la ida de los cuartos de final, frente al Atlético, su importancia para afrontar partidos con equipos que se cierran para defender un resultado. El carácter de Suárez, que nunca se resigna, le ha venido muy bien a un Barça plagado de jugadores que se atienen al pie de la letra al libro de estilo del club. Cuando escasean los espacios, Luis Suárez no para de tirar desmarques, de presionar a los rivales y de aguantar el balón para facilitar las cosas a sus compañeros, especialmente a Neymar y Messi. Su ausencia en Anoeta se reveló definitiva.

El Atlético siempre está. Como hace dos temporadas, el Atlético llega a la recta final de la Liga con opciones claras de luchar por el título. Simeone ha cambiado su coletilla de entonces con el mismo buen resultado: del partido a partido ha pasado a recitar con insistencia que el objetivo de su equipo es el tercer puesto. Se basa en la diferencia de potencial económico con sus dos ilustres rivales, una baza que reduce la presión respecto al Barcelona y el Madrid. El Atlético, uno de los mejores bloques defensivos de Europa, ha solucionado en las últimas semanas sus carencias en ataque. Tras numerosas probaturas, que derivaron en la salida de Jackson Martínez y la pérdida de protagonismo de Vietto, Simeone parece haber encontrado la fórmula ideal con el tándem Fernando Torres-Griezmann. Además, se ha vuelto a constatar el buen ojo del "Cholo" y la secretaría técnica: apenas se ha notado la plaga de lesiones en el centro de la zaga. La reacción a las adversidades, como la expulsión de Torres en el Camp Nou, confirma que el Atlético es un grupo anímicamente indestructible.

La clásica resurrección. "Antes de que me lo pregunten diré que la Liga está acabada para nosotros". Son palabras de Zinedine Zidane el 27 de febrero, después de una derrota frente al Atlético que le dejaba a doce puntos del Barcelona y a cuatro de su incómodo vecino. Desde entonces, el Madrid ha ido a tirones, sobre todo fuera de casa, con victorias poco convincentes en el campo del Levante o de Las Palmas. Pero el equipo se tomó el Clásico como una oportunidad para redimirse y, con una última media hora pletórica, mató dos pájaros de un tiro: se dio un chute de moral y trasladó todas las dudas al Barça. La inesperada derrota en Wolfsburgo le obliga a centrar todos sus esfuerzos en la remontada europea, pero Zidane estaría encantado de tragarse sus palabras. De conseguirlo sería el título de Liga más inesperado del Madrid porque sorprendería a la propia empresa.