En la rueda de prensa de presentación de "La trama", la última película del gran Alfred Hitchcock, un periodista preguntó al mago del suspense cómo se siente uno cuando se despierta por la mañana siendo Alfred Hitchcock, y el director británico contestó: "Si la última película ha sido un éxito, muy bien, pero si no lo ha sido, uno se siente tristísimo". "La trama" tuvo buenas críticas, pero no fue un éxito de público. La última película de Hitchcock, por tanto, no fue un éxito para Hitchcock, así que se sentiría tristísimo. Supongo que Messi, Ronaldo o Aduriz dirán lo mismo que Hitchcock cuando alguien les pregunta cómo se siente uno cuando se despierta por la mañana siendo el mejor futbolista del mundo, el delantero más voraz del mundo o el delantero centro moderno más clásico (o el delantero centro clásico más moderno) del mundo. Si el último partido ha sido un éxito, muy bien, pero si no lo ha sido, uno se siente tristísimo.

Después del partido de la máxima (al que ahora todo el mundo llama "el clásico") jugado el pasado fin de semana en un Camp Nou hiperexcitado entre un Barça pasota y un Real Madrid que jugó a ver qué pasaba, Messi se sentiría tristísimo y Ronaldo encantadísimo, como demuestra esa foto en el vestuario de la que, algún día, el jugador portugués renegará como mi hermano reniega del día en que me dijo a la cara que los Hombres G eran tan buenos como los Beatles. Después de fallar un penalti ante el Granada que probablemente habría supuesto la victoria del Athletic, Aduriz se levantaría muy triste y no encontraría consuelo en su maravillosa temporada ni en el saco de goles de todos los colores que lleva marcados desde que algunos sentenciaron que ya estaba acabado para el fútbol. Es así. La diferencia entre Messi, Ronaldo y Aduriz y el director de joyas como "Vértigo" o "Con la muerte en los talones" es que ninguno de los futbolistas ha jugado todavía su último partido, mientras que Hitchcock sabía que "La trama" sería su última película. En todo caso, tanto en fútbol como en cine uno es tan grande como el éxito o el fracaso de su último partido o su última película. ¿Quién se acordaba del gran Messi tras la derrota (jugando con uno menos) en el Camp Nou ante el eterno rival blanco? ¿Quién se acordaba de las críticas a Ronaldo (está en decadencia, ya no marca tantos goles, está preparando su salida del Madrid, solo piensa en sus negocios y en viajar a Marruecos) después de su gol al Barça, aunque para ese gol contara con la colaboración de un Alves más perdido que Batman en Riofrío de Aliste, provincia de Zamora? En el momento en que Aduriz envió el balón al poste, ¿quién se acordaba de las docenas de partidos en los que el delantero vasco no solo marcaba goles sino que lo hacía todo, absolutamente todo, bien? Es injusto, pero la justicia solo está en los diálogos de Platón y en personajes como el abogado Atticus Finch de "Matar a un ruiseñor".

Solo unos pocos pueden ser como Hitchcock, Messi, Ronaldo o Aduriz, entre otras cosas porque muy pocos pueden soportar la presión de ser juzgados con extrema frialdad después de cada película o partido de fútbol. Siempre que Messi juega un partido normalito, que Ronaldo no marca su golito (o golitos) y que Aduriz falla un penalti, pienso en Hitchcock. No es que me importe mucho la tristeza de los futbolistas de élite, es que me duele que después de dirigir "La trama" Hitchcock se fuera al paraíso de los directores de cine con el sabor amargo que deja fallar un penalti y sin el ruido que hace el público cuando celebra un gol.