Venía el Madrid de jugar no muy bien ante el PSG, pero de ganar. Es más, echando cuentas del cómputo de los dos partidos, aquí y allá, los blancos deberían de haber triunfado desahogadamente. Sin embargo, hubo una gran carga en contra de Benítez y sus muchachos por lo aturdido del partido en el Bernabéu. El Madrid, por si fuera poco, tiene en sus filas de graderío a madridistas "amembrillados", gente de tiro blando, que se impacienta a grandes velocidades. Si hubiera jugado el equipo guay frente a los del PSG no hubiera habido análisis profundos. O sí: "También saben ganar sufriendo", muy recurrente entre la cultura del guaysmo. Por si fuera poco, cuando los asuntos turbios salpicaban para otro lado, llegó Karim y la armó con un vídeo más turbio. Rápido saltaron por los aires las lanzas contra el equipo de Concha Espina.

Esto del Madrid blanco es como un blues negro, de aquellos salidos en tiempos de la discográfica Chess Records, sonido nacido al amparo del canto espiritual de los esclavos trabajando en las largas y áridas praderas algodoneras, o de lo que fuere. El Madrid es blanco y con poder, pero genera recelos que le golpean con dureza. Alguien debería de hacer el blues blanco del Bernabéu.

Y, claro, en Sevilla pasó lo que pasó. Pero ese blues de ayer, mezclado con rumba, vamos a aparcarlo para mejor ocasión. En realidad, daba lo mismo que el resultado fuera bueno o malo, siempre quedarían "mandobles" que soltar a la "merengada". Y es que este equipo sigue siendo sólo white, nunca guay.

Además, por si fuera poco el turbio caso del vídeo de Karim, volvió la monserga de que CR7 se va. Y así llevamos desde que llegó el portugués. A fuerza de irse, un año sí y otro también, acabarán acertando. Ahora bien, es conveniente que espabilen porque en nada el crack se mete en años de jubilación y ahí sí que se va seguro. En fin, una semana convulsa más: CR7 se larga; Karim, entre oscuros vídeos. Y Sevilla, que, para bien o para mal, tiene un color especial.