Las colecciones de cromos de fútbol, y quizás más las de la Liga, han marcado a generaciones de niños. No es fácil aclarar el papel sugestivo de unas sencillas tarjetas con las fotos de los jugadores de Primera, y más que si llegan a las manos de pequeños que en muchas ocasiones no sólo desconocen si el coleccionismo es su hobby, sino también si esos tipos de las fotos son, o van a ser, sus ídolos.

Lo cierto es que desde la primera temporada de cromos, el niño se convertirá en un experto de la Liga, capaz de enumerar la lista de los jugadores que han causado baja en el Rayo Vallecano y de reconocer el nombre de cada futbolista tan sólo viendo su cara.

Tantos años de cromos han dejado algunos especialmente memorables. Unos, por ser los de jugadores que han pasado a la historia de fútbol, y otros, porque algo especial, no siempre tangible, nos permite catalogarlos como los peores de la historia de la Liga.

Estos son algunos de ellos:

El mercado de verano es un quebradero de cabeza para las editoriales de cromos. Tanto cambio de equipo en la Liga les situaba frente a la dificultad de disponer de fotografías de los jugadores con su nueva camiseta lo más rápido posible. Pero la imagen en ocasiones se hacía de rogar. Entonces, sólo quedaba una alternativa: pintarla sobre la anterior. Sin rubor.

Sin embargo, sin Photoshop el resultado no era el mejor. Engañar a los niños puede ser fácil. Pero no tanto. A nadie le pasó inadvertido que la camiseta de la Real Sociedad de Meho Kodro, histórico jugador del equipo donostiarra y del Barcelona, estaba burdamente pintada en este cromo de la temporada 1992-1993. Tanto, que ahora parece pasado por un filtro acuarela de cualquier aplicación de retoque fotográfico. Y para más inri, con el balón pegado de otra fotografía.

Lo mismo ocurrió con Javi Gracia, actual entrenador del Málaga, cuando fichó por el Valladolid, o con un tal 'Quico', que después ganaría una Liga con el Atlético como Kiko, entre otros títulos, y que desde hace años ameniza los partidos con sus comentarios en televisión.

La técnica se repitió decenas de veces, como con Rocha, un central brasileño de tacos afilados que jugó en el Real Madrid, o con Conte, cuando pasó del Sevilla al Tenerife. En este último caso, el apaño dejó un cromo para la historia. Si era del Tenerife? ¿qué clase de partido jugaba con un futbolista del Barcelona y otro más del Sevilla sobre el césped?

Como no colaba, el siguiente paso en busca de una solución fue algo más sofisticado: recortar las cabezas de los fichados y pegarlas sobre los hombros de la imagen de algún jugador del equipo fichador. Y sin pedir copyrihgt al decapitado.

Así se despacharon los cromos del actual entrenador del Sporting, Abelardo, cuando recaló en el Barça, de Engonga o de Quique Flores, cuando se fue del Valencia CF al Real Madrid. En el cromo del sobrino de la gran Lola con un agravante: la cara de la imagen de cuerpo entero es la misma que la de la foto de carnet.

Y a falta de cabezas, también se podían recortar y pegar balones, como en el cromo de Manjarín en el Sporting.

Nadie tiene la culpa, pero con el paso del tiempo siempre suelen cuestionarse las preferencias estéticas de épocas pasadas.

Ahora ya no quedan futbolistas con bigote, pero hubo una época en la que estaba bien visto. No hay que equivocarse. Los futbolistas siempre han seguido las modas. Si ahora una buena barba es 'trendy', ¿por qué no pudo serlo hace sólo tres décadas el mostacho? Calderé ('Calderer ' en este cromo), en el Barcelona, Meléndez en el Athletic o el Espanyol -y casi siempre en el banquillo-, Larrañaga en la Real, Sañudo en el Real Oviedo -con balón falso incluido- o el Racing, o el mismo Del Bosque en el Madrid lo lucieron con orgullo.

Hay otros cromos más difíciles de clasificar pero igualmente reseñables. Entre ellos este de Kyriakov, que llegó del Este al Deportivo en 1991 todavía con aire sufrir el jet lag de la caída del Muro de Berlín.

El Cádiz es un equipo que ha dejado para el recuerdo un buen número de jugadores y cromos legendarios. Lo son estos de Carmelo, que fue el 'Beckenbauer de la Bahía', pese a que su físico parecía decir que no, o Juan José, que en el Real Madrid jugó con los mismos pelos y la misma barba.

Tomás Reñones, a la sombra de Jesús Gil en el Atlético y también en Marbella tras dejar el fútbol, y después incluso a la sombra a secas, no parecía ese agresivo lateral que era en este posado mirando a cámara.

Lubo Penev, figura del Valencia CF, probablemente no se reconocería en esta imagen unos años después, cuando jugó en Atlético, el Compostela o el Celta. ¿Y qué decir de Manuel Cervantes? Los tiempos de Ricardo Zamora habían quedado atrás. Corría la temporada 1987-1988. Pero los porteros con estilo, como él -aunque pasase sin pena ni gloria por Primera-, podían jugar con gorra campera y que todo pareciese normal. O no.