En el Madrid se han instaurado las malas formas. Cristiano Ronaldo se muestra de lo más incómodo en la entrega del premio al mejor jugador de Europa de la pasada temporada y Florentino Pérez rompe con todas las normas de cortesía abandonando de forma abrupta la comida de directivas del domingo con motivo del partido con el Atlético de Madrid. Por no hablar de los tiempos de Mourinho, cuando una semana sí y otra también había un lío de mucho cuidado por la estrategia de tensión del portugués.

Después de que fuese muy comentada la cara de palo de Cristiano Ronaldo en el momento en el que Messi recibía el galardón como mejor futbolista en el continente de la pasada campaña, en el acto de apertura de la temporada de la UEFA, el pasado mes de agosto, llega ahora el turno de dar la nota por el presidente del club, nada menos, que abandona la comida con los directivos del Atlético tras subir la conversación de tono por el asunto de los derechos de televisión.

Todo iba de maravilla, según asistentes al ágape, cuando la cosa se torció al incorporarse a la sobremesa el consejero delegado de los colchoneros, Miguel Ángel Gil Marín. Pérez no tardó nada en abrir fuego, o sea en recriminarle al máximo ejecutivo del Atlético la postura rojiblanca favorable a una venta centralizada de los derechos de televisión. Tras contestar Gil Marín que el Madrid era el único que se oponía a esa visión del negocio, es decir, es partidario de la venta club a club, la conversación fue subiendo de tono, el diálogo se hizo imposible y el presidente del Madrid no vio mejor forma de zanjar el asunto que yéndose, y ordenando a sus directivos que también se marchasen ante la sorpresa de estos por la virulencia de su reacción.

El cabreo de Florentino Pérez llegó a tal extremo que estuvo a punto incluso de no ir a ver al partido, medida que incluía la pretensión de que no fuesen tampoco ninguno de sus directivos. Fueron estos los que lo convencieron de que era una decisión demasiado drástica, difícil de explicar.

Hay nervios en la cúpula madridista. La falta de éxito continuado conduce a la crispación y a tomar decisiones cuando menos pintorescas. Todavía está pendiente de explicar por parte de los responsables del Madrid el rocambolesco asunto de Keylor Navas, cuando el portero costarricense estuvo más fuera del equipo que dentro en el asunto de la operación de De Gea. Lo querían echar y ahora es el mejor.