Ni virus FIFA, ni efecto Ipurúa, ni síndrome Modric, ni nada. De vuelta al trabajo, el Madrid sigue siendo el Madrid. El momento dulce de los blancos se reflejó en otra goleada convicente, por más que tres de los goles sean carne de moviola. El 0-4, si acaso, es un castigo excesivo para el Éibar, un equipo valiente y competitivo. Tuvo sus oportunidades, pero ahí arriba es donde más se notan las diferencias. Una cosa en acabar las jugadas con Benzema, Bale o Cristiano Ronaldo, yotra con Del Moral Arruabarrena o Saúl. El gran triunfador, con todo, volvió a ser Isco, empeñado en demostrar que vale tanto para un roto como para un descosido. Ancelotti no se arrugó en Ipurúa. Cuando todo apuntaba a un centro del campo de acero, con Khedira por Modric, el italiano dobló su apuesta por los peloteros. Una media con Isco, Kroos y James suena a fútbol de muchos quilates. El resultado fue, otra vez, un Madrid brillante, que disfruta con el balón y es capaz de domar al rival más indomable. Tanta calidad ofensiva provocó algún desajuste atrás ante un Éibar valiente, que dio más de un susto a Casillas.

Con Kroos como ancla, disciplinado para guardar las espaldas a tanta estrella, Isco y James centraron su posición para iniciar el juego. Tocaron con paciencia, que se convertía en vértigo en cuanto rompían la línea de presión eibarrese, casi siempre por una banda derecha por donde volaban Carvajal o Bale. Y a veces Cristiano Ronaldo, que inició por aquel costado la jugada del primer gol, que tuvo de todo. Primero un lujo del portugués para picar el balón sobre Abraham y después un doble fuera de juego, de Benzema y de él mismo, que el linier se tragó para dar por válido el cabezazo de James. El Éibar reaccionó como lo que es, un equipo sin coplejos, y Casillas le negó al asturiano Saúl Berjón su momento de gloria, al despejar con el pie un remate a bocajarro. El partido se abrió y Ramos y Bale amagaron. No lo hizo Cristiano, que finalizó como sabe un jugadón de Carvajal.

Con el desgaste físico del Éibar llegó cierta relajación del Madrid, convencido de que tenía otros tres puntos en el bolsillo. Se convirtió en certeza cuando Marcelo peleó un balón sobre la línea y James, quizá desde fuera, asistió a Benzema. El castigo, excesivo para la entereza del Éibar, se completó con otra decisión controvertida de Fernández Borbalán, que pitó penalti cuando Albentosa se protegió con el brazo de un balonazo en la cara. Cristiano llegó a la veintena y se fue a descansar para futuras batallas.