En una semana, el Barcelona ha perdido mucho más que dos partidos. Aquella imagen de equipo compacto, con cuajo defensivo, ha saltado por los aires tras la visita al Santiago Bernabéu y el choque con el Celta. El 0-1 del sábado puede ser una anécdota, el producto de una noche negada en ataque y de una soberbia actuación del portero rival. Pero más que los números, a Luis Enrique le debería de preocupar la sensación de equipo vulnerable que ha dejado el Barça, sobre todo en las segundas partes, incapaz de imponer su fútbol de posesión.

Es verdad que los números dicen que el Barça pudo ganar tranquilamente al Celta, ya que remató 19 veces, 12 de ellas a portería, incluidos los cuatro balones que se estrellaron en la madera. Y que también superó en posesión a su rival (57 por 43). Pero, como reconoció Mascherano nada más acabar el encuentro, las sensaciones no se corresponden con la estadística. A diferencia del equipo de Pep Guardiola, Tito Vilanova y en ocasiones del Tata Martino, a a este Barcelona le cuesta controlar los partidos. Las oportunidades no llegaron, como en otros tiempos, a partir de la capacidad para combinar en el centro del campo, sino de la calidad de sus tres delanteros.

Luis Enrique no acaba de definir la línea que define el estilo del Barcelona. En una semana ha pasado de la medular clásica (Xavi, Busquets, Iniesta) a otra que se presumía como alternativa para la nueva etapa: Rakitic, Busquets, Rafinha. Mientras que la del Benabéu plantó cara al Madrid durante 60 minutos, la del sábado fue irrelevante. La acertada presión del Celta obligó a Mascherano y Mathieu a jugar en largo más de lo deseable, sobre todo porque en ausencia de Piqué no había un defensa con buena salida del balón.

A los defectos estructurales que se le aprecian al Barça volvieron a unirse graves errores individuales. En ataque, Luis Suárez, Messi y Neymar fallaron goles cantados. Y el tanto del Celta, más allá de la magnífica conexión de Nolito y Larrivey, dejó en entredicho a varios jugadores: un simple saque del portero retrató a Mascherano en la disputa por alto y a Alves y Busquets en la frontal del área, ya que su lentitud y falta de decisión permitió a Nolito llevarse por dos veces el balón antel de dar la asistencia.