El Fútbol Club Barcelona nunca padece una crisis que pueda ser individualizada. Siempre tiene problemas adyacentes que contribuyen a engrandecer más el deportivo. El sábado hubo silbatina en el Camp Nou al terminar el partido con el Celta. Era la segunda derrota consecutiva. Dolió en el alma azulgrana el 3-1 del Bernabéu y agredió la complacencia deportiva de los partidos caseros el 0-1 del Celta. Llegó el equipo vigués y con Berizzo jugó mejor que lo hizo un año antes con Luis Enrique. Este, a quien comenzaron a ponerle en cuestión una semana antes, ya ha caído en desgracia. Ya se le recuerda que fracasó en la Roma, primer equipo grande que dirigió. Ya empieza a ser emplazado. Como Rosell, como Neymar, como Messi, como Bartomeu. Y con el ex José Luis Núñez a las puerta de la cárcel.

La directiva ha perdido el pleito planteado a la junta de Joan Laporta por el supuesto "agujero negro" de las cuentas que dejó durante su mandato y que el juez no ha aceptado como tal. Y, encima, anuncia la posibilidad de presentarse de nuevo a las elecciones presidenciales barcelonistas después de su etapa política que no le proporcionó la gloria deseada. Cuenta con el entorno de Pep Guardiola para fomentar su candidatura. Bartomeu, en contra de la pretendida imparcialidad política que han intentado fomentar muchos dirigentes, se ha decantado por apoyar la consulta de Artur Mas.

Sandro Rosell continúa pendiente de que los tribunales pongan en claro el asunto de los cuarenta millones del contrato de Neymar que fueron a parar al padre del jugador, bolsillo que se discute. Sobre todo, porque los dirigentes del Santos pusieron pies en pared porque no vieron los dineros que entendieron les correspondían en el traspaso.

Pende de un hilo el futuro de Messi porque ahora en Gavá, y posteriormente en la magistratura de Vilanova y la Geltrú, donde presumiblemente continuará el proceso, no se tiene gran confianza en que el jugador se vaya de rositas. No parece que puedan bastar los millones entregados a cuenta. El delito, la ocultación de beneficios, amparado en una sociedad sin actividad, puede ser un mazazo.

Parte de la cátedra del Camp Nou ya se preguntó hace unos meses si no había llegado al momento oportuno para traspasarlo. Las actuaciones del jugador no contribuyen a sustentar la teoría de que es imprescindible. Contra el Celta se le vio de nuevo incapaz de llevar al equipo a la victoria como hacía antaño cuando más necesaria era su aportación goleadora. Ahora, Messi, intenta repetidamente la jugada que tantos triunfos le ha aportado y no le sale. Las paredes contra muros defensivos ya no le salen como antes. Ha optado por retrasar su posición para crear el juego de ataque. Es la posición cómoda que con el tiempo van adoptado futbolistas que han perdido parte de su virtudes.

La FIFA ha condenado al club a causa de La Masía, es decir, por las contrataciones de niños en condiciones que no acepta. El problema agrava el futuro porque hay un año sin poder fichar jugadores. Las últimas contrataciones no han sido un éxito. El central Vermaelen aún está lesionado y recuerda al madridista Wooadgate, que estuvo más en la clínica que en el césped. Douglas es un lateral mediocre y a Luis Suárez, además de que ha comenzado a jugar con retraso por lo del mordisco del Mundial, no ha encontrado su sitio en el campo. Luis Enrique no ha logrado ensamblar a Messi, Neymar y Suárez aunque tal vez sea pronto para ello. Quizá no llegue a conseguirlo porque los malos hábitos que se adjudican al turrón quizá se lo impidan.