La simbiosis de la ciudad de Barcelona con el mar, el Mediterráneo que redescubrió en 1992, fue el hilo argumental de la ceremonia inaugural del Mundial de Barcelona, una reflexión sobre la preservación del agua del planeta a través del sueño de un niño. Con música en directo de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC), dirigida por Arthur Post, que interpretó entre otras la suite «Planeta Aigua», compuesta por Albert Guinovart, el Palau Sant Jordi se transformó en diferentes escenarios, desde una playa, a la superficie marina y en un particular mundo subacúatico.

Antes del espectáculo acuático, se produjo una reivindicación nacionalista en las gradas del Sant Jordi. Una enorme pancarta con la inscripción «Catalunya is not Spain», y pitos cuando sonó el himno español. La ceremonia giró en torno a la importancia del agua en el planeta. Una reflexión crítica y positivista de los recursos naturales. Saltimbanquis, acróbatas y hasta 250 participantes en escena, pura emoción. El punto culminante fue la construcción de un «castell», un castillo humano, una tradición catalana, que emergió de las aguas de la piscina de 50 metros del Sant Jordi.

Después del desfile de los banderas de los 181 países participantes, en los parlamentos, todos ellos realizados en español, catalán e inglés, el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, recordó que Barcelona es la capital de Cataluña, «una ciudad histórica, abierta al mundo, una de las capitales mundiales del deporte». Fernando Carpena, presidente de la Federación Española de Natación, ha destacado el regreso de los Mundiales a Barcelona diez años después y realizó una referencia a la carrera olímpica de Madrid. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, dio por inaugurados los Mundiales.