En la pista de Fiorano, vecina a la fábrica de Ferrari, Fernando Alonso da los primeros acelerones a su nuevo coche. La máquina, construida con mimo durante semanas, está preparada para la batalla. Una lucha con meta en el tercer título del asturiano. Sería el primero vestido de rojo y la culminación de un sueño. Utilizan en el equipo uno de los días publicitarios. Jornadas permitidas para grabar imágenes corporativas, anuncios, apenas un centenar de kilómetros, dice el reglamento, pero suficientes para sacar los datos necesarios de un monoplaza que viene del túnel de viento. El calendario dice que hay test la semana que viene en Cheste y no está de más aparecer por allí con unas cuantas vueltas en el motor.

En la F1 de bajo coste que impone la crisis han desaparecido las puestas de largo fastuosas. Pocos olvidan aquella fiesta de las mil y una noches que montó McLaren en Valencia, con Alonso recién llegado y todavía lleno de ilusión. Los ingleses saldrán a escena el día 4 en Berlín. Junto a Ferrari, son los únicos que se distinguen a la hora de echar a andar su monoplaza. El resto se conforma con retirar una sábana frente al garaje el primer día de entrenamientos.

La futurista entrada de la fábrica de Maranello bulle a primera hora de la mañana. Un enorme cavallino de hierro vigila en la rotonda de acceso. «Galeria del vento», se lee al pie del enrevesado tubo donde se prueba la aerodinámica de los coches. Al final de la Via Juan Manuel Fangio, después de pasar la calle Jody Scheckter, se esconde el nuevo Ferrari. Todos los campeones del mundo con la Scuderia tienen la suya. Cuentan en Maranello, que la placa con el nombre de Fernando Alonso estaba preparada antes de la carrera de Abu Dabi. Lo que pasó después ya es conocido y la placa quedó en un cajón.

La premier del F150 es a las diez de la mañana, pero una hora antes el aforo está cubierto. Bajo una tela roja espera un monoplaza bautizado con el 150 como homenaje al aniversario de la República. «En estos tiempos de enfrentamientos, es nuestro homenaje a un país al que representamos por todo el mundo», diría después Luca di Montezemolo. El reloj marca las 9.59 cuando se apagan las luces y la pantalla gigante enseña un emotivo vídeo. Se mezclan imágenes míticas de Senna, Fangio, Lauda, Prost, Raikkonen, Alonso... Y hasta de Schumacher, olvidado el año pasado, cuando estaba tan reciente su fichaje por Mercedes, una traición a la tradición ferrarista.

Ya ha hablado Stefano Domenicali, el director del equipo, cuando llama a sus pilotos para el momento clave. «Vamos a mostrar un coche que nace con un objetivo muy sencillo. Tan simple que ni siquiera lo voy a nombrar». Pero todo el mundo lo piensa: ganar el Campeonato del Mundo.

A las 10.06, entre Massa y Alonso, con parsimonia, retiran la tela roja. Lluvia de flashes para el estreno de un monoplaza depositario de toneladas de esperanzas. Un coche esbelto y afilado; de morro alto y un alerón trasero más bajo que hace un año.