Muchos dirán: «vuelve Galán otro lunes con Mourinho? menudo brasas». Y llevan razón. Ni la adecuada adaptación de Özil (a pesar de que algunos chisgarabises anden escribiendo que el Barça no le aceptaría como suplente); ni la recuperación de CR7 en Anoeta; ni la alegría que nos dio el golazo de Di María a Bravo. Aquí lo que importa son las milongas de nuestro entrenador. Pasamos de que el Madrid haya ganado en un campo complicadísimo (aún con un gol de churro), pasamos de criticar la primera parte (en la que Xabi Alonso desapareció) y todavía más, pasamos de ver como Higuaín está lejos de llegar a su mejor forma. Lo esencial es que a Mou le escupieron al entrar en el estadio (uno se acuerda del mítico capítulo de Seinfeld, «El novio», que toca el mismo tema) y, sobre todo, que la federación lusa le solicitó para dirigir, por la gorra, los próximos dos partidos de la selección portuguesa.

Que los portugueses son gente lista lo sabíamos desde el 91. Mi abuela Luz se trajo de ese gran país un gallo de juguete que cambiaba de color con la temperatura. Aquel artefacto fascinaba por igual a los habitantes y a los visitantes de nuestra casa. Ahora, con avances como el Facebook o el Viagra, les sorprenderá semejante inocencia, pero piensen? eran los noventa.

¡Ay, en manos de aquel instrumento de plástico resignamos el futuro de nuestra familia! Si se ponía verde, íbamos a la playa de Salinas y, si no, nos encerrábamos en casa. No revelaré su ratio de aciertos: sólo les voy a confesar que el pobre animal acabó saliendo por la ventana.

Una movida violenta así debería de haber ejecutado el Real Madrid en el momento en el que la FPF les propuso la cesión de Mourinho. Con lo bien que dice «¡no!» Florentino, es una pena que permita que se den situaciones dantescas como a) que nuestro míster convoque una rueda de prensa bajo un reloj y b) que, desesperados, los portugueses terminen fichando a Paulo Bento, ese mozo que jugó en el Real Oviedo durante el Pleistoceno. Eso sí, no me vayan a llamar rata. No dudaría un segundo en ceder dos o tres partidos a Mourinho al Barça. ¡Benditos!, tienen tanta obsesión con el entrenador del Real Madrid que, como los niños, no nos importaría prestárselo un par de fines de semana para que lo prueben.

Seguro que con él aprenderían a jugarle al Atlético de Madrid, al Inter o ¡al Hércules! y recordarían los buenos tiempos en los que el luso le llevaba Fuensanta a Robson. Además, no os preocupéis, amigos culés, creo que esto os va a convencer definitivamente; ¡os lo dejamos gratis! ¡Quietos, locos, no os lancéis!