Después de dos jornadas, el Madrid de Mourinho cuenta un gol y cuatro puntos. En un equipo con Benzema, Higuaín, Cristiano Ronaldo y Özil, el único que ha visto puerta es un defensa central. Carvalho es un hombre de fe. Salió disparado aprovechando la masiva presencia de jugadores de Osasuna en el área madridista. Y aguantó en el área la resolución del contragolpe, para aprovechar que Cristiano Ronaldo centrase toda la atención. Tuvo que resolver Carvalho porque, como en Mallorca, los delanteros del Madrid convirtieron en estrella al portero rival. Eso sí, el 1-0 a Mourinho siempre le ha parecido un resultado muy guapo.

Dicen que el Madrid está todavía en fase de acoplamiento, que todavía no se ve la mano de Mourinho. Lógicamente, por ahí queda mucho camino por delante. Pero en los resultados y en la forma de negociar los partidos, este equipo transmite el mourinhismo en estado puro. A las primeras de cambio, el técnico portugués ha conseguido que Casillas pase de rutilante estrella a actor de reparto. Iker apenas sale en pantalla. El Mallorca le exigió alguna intervención puntual. Osasuna casi le dio la tarde libre.

Mourinho ya ha conseguido que sus jugadores respeten un principio básico para un entrenador como él. Seis jugadores (los cuatro defensas y los dos mediocentros) siempre guardando las espaldas a los cuatro futbolistas con licencia para atacar. Del catálogo táctico de Mourinho salió ayer un 4-4-2 que, por la identidad de sus ejecutores, derivaba inevitablemente en un 4-2-4. Con Cristiano Ronaldo y Ozil en las bandas, Khedira y Xabi Alonso ya saben a qué atenerse. Tienen que trabajar por cuatro. Cuando enfrente hay un equipo que no reniega del balón, como Osasuna, la sensación es de equilibrio. Pero cuando el balón llega a las zonas calientes, no hay color.

Cada vez que el Madrid activaba a sus dos delanteros, Higuaín y Benzema, parecía que estaba a punto de pasar algo. Todo lo contrario que cuando Juanfran, Soriano, Camuñas y Aranda rondaban el área madridista. El Madrid de Pellegrini tenía una pegada descomunal, jugaba para marcar un gol tras otro. El de Mourinho, al menos de momento, para dejar a cero su portería y, a partir de ahí, lo que venga. No está Kaká, pero pocos se acordarán de él mientras Özil trate el balón con la delicadeza que lo hizo ayer. Su presentación oficial en sociedad fue muy prometedora.

Cuando la calidad brota por los poros, no importa que se la recluya en una esquina. Özil, que brilló en el Mundial desde la media punta de la selección alemana, demostró ayer que está dispuesto a pagar peaje para ser uno de los hombres de Mou. Exiliado en la banda, Özil se las ingenió para convertir cada intervención en una amenaza para Osasuna. Repartió pases venenosos con ecuanimidad. Unas veces fueron para Cristiano Ronaldo, otras para Benzema y, la mayoría, para Higuaín. Fue tan generoso que para una vez que quiso acabar él mismo, se recreó demasiado y su picada sobre Ricardo se marchó fuera.

Las virguerías de Cristiano Ronaldo y la calidad bien entendida de Özil fueron el contrapunto a un equipo hecho para ganar, no para seducir a nadie. Por eso, mientras el marcador no se movió y el juego se mantuvo bajo mínimos, el runrún se convirtió en abierto reproche al descanso. Para suerte de Mourinho y sus hombres, todo se solucionó a los dos minutos de la segunda parte. Osasuna se volcó para rematar una falta, Khedira ganó el rechace y lanzó a Özil a campo abierto, seguido por una horda de futbolistas de blanco. Özil marcó los tiempos y encontró en el punto de penalti al hombre adecuado para culminar la jugada. Pero Cristiano Ronaldo tiró al bulto y Ricardo pudo rechazar. El balón volvió a Ronaldo que, apurado por la llegada de los defensas, tocó hacia Carvalho, que seguía allí, como si estuviera predestinado a marcar el primer gol de la Liga.