"El fracaso de mis personajes es el fracaso de un país completo", asegura a Efe Almudena Grandes, quien con 'Los pacientes del doctor García' vuelve a poner como protagonistas a quienes ofrecieron resistencia contra el franquismo, en un país que fue "víctima de la Guerra Fría".

En la que es la cuarta entrega de la serie 'Episodios de una guerra interminable', Grandes (Madrid, 1960), quien se encuentra en la mexicana Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, se adentra en la red con la que criminales de la Alemania nazi consiguieron escapar a Latinoamérica, vía España.

Una organización clandestina que los protagonistas de la novela, dos hombres que se esconden bajo identidades falsas, intentarán sacar a la luz, mientras mantienen la misma esperanza que los personajes de los tomos anteriores: que sus esfuerzos den resultados cuando los Aliados, después de su victoria en la II Guerra Mundial, entren en España y expulsen al dictador Francisco Franco.

En la actualidad, decir que quienes conservaban esta esperanza eran "ingenuos" es "muy fácil y muy estúpido, porque con la lógica de ellos, lo que tenía que haber pasado es eso", señala la autora en entrevista con Efe.

"Los españoles no somos conscientes de eso, pero España fue una víctima directa de la Guerra Fría", afirma, haciendo referencia a que el bloque liderado por Estados Unidos decidió no intervenir en el país porque "cualquier cosa servía para luchar contra Stalin, y Franco se había definido como un anticomunista feroz".

La "tristeza y soledad" que envuelven a los personajes de su saga reflejan la desolación de "la historia de España", y por eso decidió poner, antes de empezar la novela, unos versos de Gil de Biedma que rezan que la historia "más triste es la de España, porque termina mal". "Y esta novela cuenta ese triste final", indica.

Cuando llegó a sus manos el libro 'La guarida del lobo', del periodista Javier Juárez, Grandes se topó con la figura de Clara Stauffer, líder en España de la red de evasión de los prófugos del Tercer Reich, quien se acabaría convirtiendo en su impulso a la hora de escribir la novela.

Stauffer, integrante de la Sección Femenina de la Falange, es "un regalo para el novelista", por los hechos que rodearon su vida, pero también por su carácter.

"Trabajaba para el mal, se dedicaba a salvar criminales de guerra (...) pero lo hacía con una abnegación, una dedicación, una generosidad, un carácter casi maternal en su relación con los refugiados, que la convierten en un personaje muy singular", defiende.

La tarea que realizó Stauffer, indica Grandes, no es conocida para el grueso de los ciudadanos, pero "los historiadores españoles hacen su trabajo", y saben bien cómo fueron los vínculos entre la España de Franco y la Alemania nazi.

"Pero en la sociedad no cala esto, todas esas investigaciones. Yo fui la primera que no la conocía", reconoce.

En la novela, a caballo entre Madrid, Berlín y Buenos Aires, la escritora recupera momentos escondidos de la historia como cuando un grupo de unos 200 estudiantes se prepararon en 1946 "para tomar Madrid entre ellos cuando la ONU arrancara a Franco del poder", cosa que nunca sucedió.

Grandes enfatiza que como en España no hay una política pública sobre memoria, los historiadores, narradores, cineastas y periodistas muchas veces tienen que hacer por suplir esta carencia.

En su caso, asegura que antes de escritora es ciudadana y que vive como un compromiso personal las causas que apoya, sin interesarle el perfil del intelectual que "como un gurú va señalando con el dedo a las masas por dónde tienen que ir".

"Creo que es al revés, que es ponerte al servicio, digamos, de las causas", opina.

Y aunque se mantiene defendiendo sus reivindicaciones desde la plataforma que le dan los medios de comunicación, asegura que no pierde de vista que "la época dorada en la que los escritores influían sobre los gobernantes ha pasado hace mucho tiempo", y ahora el impacto que pueden tener es "muy pequeño".

"Por eso a menudo me sorprende que le dé tanto miedo a la gente, me parece que hay intelectuales que tienen un miedo totalmente desproporcionado al riesgo real que están corriendo" cuando expresan su opinión, asevera la autora.